Discurso de Trapiello en la inauguración de las fiestas de León:
“Por orden del señor alcalde se hace saber:
Que aquí, en León, a 18 de junio del año en curso, comienzan las fiestas gordas de esta ciudad bimilenaria para regocijo de sus habitantes y de todos los muchos forasteros que acuden al calor, que no al caloret, de aquellas viejas ferias de ganado que hoy son fiestas de calle y de ferial con caballitos, norias y toda la pesca, pues cuando el leonés se pone en fiesta o en paso de jota es la órdiga en verso y no ese tipo seriote del que habla la leyenda gris de los que nos tienen envidia, ya que debajo de su manto oficial y ceremonia, esta ciudad tiene mucho contracanto y mucha chirigota fina, mucha veta secreta y hasta santos pellejeros, por no hablar de las lidias de cerdos que en el siglo XIX se hacían en la plaza de la catedral, según cuenta Mariano José de Larra, que lo vio en aquellas fiestas de la ciudad que siempre se celebraron a mitad de agosto… y porque si hoy León se ha puesto de moda como la ciudad ideal para celebrar despedidas de soltería viniendo gentes de todas las capitales vecinas y de media España, habrá que llegar a la conclusión de que algo ha de tener este agua festiva cazurra para que la bendigan gentes tan dispares, tan lejanas y tan marchosas.
Segundo: Que desde que san Juan baje el dedo hasta que san Pedro diga basta, es obligación de esta población y ciudad olvidar las penas y los afanes por unos días, mostrarse alegres o sandungueros a toda costa y disfrutar de los festejos que ofrecerá la municipalidad, pues habrán costado sus buenos cuartos del común, que por ser vuestros cuartos, es más que obligado que apuréis del todo el programa de festejos para darlos así por bien gastados.
Tercero: Que entre los señalados festejos habrá este año, como es tradición desde el siglo X, corridas de toros de mucho cartel, sin que por ello sea necesario que os corráis a gorrazos los antitaurinos y los de faria y tendido, no sea que haya que exclamar al final aquello de “haya paz entre los ruines… y mierda pa los pequeñines”, que era como se resolvían nuestros pleitos en la infancia.
Cuarto: Que al coincidir estas fiestas con la guerra electoral en marcha, se decreta en todo este territorio municipal una obligada tregua de la bronca política, exigiéndose a los diferentes grupos, peñas militantas o caravanas electorales que cada vez que se vean o crucen por la calle se conviden a una ronda por decreto, o a todas las que fueren menester, hasta que celebren el haberse conocido al fin y se junten, canten o se abracen dando así una lección de entendimiento y serenidad a sus políticos, que no salen de atolladero, cosa que hace temer muy mucho que pueda haber unas terceras elecciones… que no las habrá si os ven hacer lo que aquí se dice y comprenden el aviso.
Quinto: Que apaguéis todos la tele un rato y os cojáis al pariente o la parienta para daros una vuelta hasta la feria o a la caseta de tiro al pirulí que tanta ilusión os hacía de chavales (con la chaquetina al brazo por si se pone fresco a eso del awiskecer)… y después, a arrimarle unos bailongos en la verbena más cercana, confiando en que esa noche se abran para todos las puertas del amor y al año que viene celebre esta ciudad la llegada al mundo de muchos sanjuanines.
Sexto: Que sin cesar en vuestro ímpetu festivo, no perdáis jamás la compostura ni dejéis rastros sucios por plazas o jardines, y así podáis mostrar la ciudad abierta, limpia y jubilosa que es León cuando toca hacer fiesta y cuando sus calles y plazas se convierten en el acogedor salón de todos.
Séptimo: Que arriméis sillas a vuestra mesa e invitéis a los amigos distantes, a los parientes lejanos o al desconocido extranjero que os cayó bien, invitadles, traedles estos días a compartir el jolgorio, las solemnidades o los monumentos… más que nada, porque así ellos tendrán que invitaros a sus fiestas y de esta forma os volveréis a juntar, quizá os volváis a querer e incluso con alguno podríais llegar a planear o montar alguna aventura, un negocio o una industria, eso que tanto se necesita aquí porque no deja de desmantelarse lo que hay ante la impotencia o pasividad de los guardianes de nuestro futuro.
Octavo: Que las peñas, grupos de amigos y charangas cofrades desarrollen también toda su capacidad de hospitalidad, simpatía y seducción para que los forasteros y forasteras que lleguen aquí solteros se enamoren de esta ciudad y de vuestro trato, decidiendo quedarse a vivir entre nosotros, gracias a lo cual compensaremos con ellos la sangría de nuestros mozos y mozas que cada día abandonan esta ciudad para irse a buscar lejos una vida y un futuro que aquí no encuentran… y que esas mismas peñas hagan el último brindis de cada día por ellos y les recuerden, ya que este año se perderán de nuevo unas fiestas que sin duda llevan grapadas a su memoria y que hoy celebran con lágrima morriñosa por no estar aquí con los suyos.
Noveno: Que sepan todos que la Pícara Justina, el macarrilla de don Suero, el ilustrado Larra y Fray Gerundio de Campazas han prometido protegernos este año desde el cielo de sus estanterías, pues también ellos se sorprendieron y disfrutaron en su día con las fiestas de esta ciudad.
Y décimo: Que estarán mal considerados en las próximas jornadas todos aquellos que se esquinen o parapeten en la acera no sumándose al bullir que poblará estas calles, pues una fiesta sólo es grande si en ella caben y están todos, sin olvidar que serán los niños, los guajes y los que se hagan como niños los primeros que han de reinar en estos días para que su algarabía sea el mejor aplauso a todos aquellos ilustres artistas que vengan a entretenernos.
Y que a la voz de este bando del señor corregidor exclamen todos los que aquí atienden:
¡Viva la gente buena y viva León!
Queda dicho en la ciudad de León, a tantos de tantos del dos mil tantos, por voz del alguacil pregonero Pedro García Trapiello.”