Cuenta la leyenda que el destino es aquella causa o lugar donde llegaremos cada uno en algún momento de nuestra vida. Cuenta la leyenda que el destino es inamovible, que no lo podemos cambiar bajo ninguna circunstancia, que de alguna u otra manera nos acabará llegando.
En ningún momento hemos dicho que esto tenga que ser bueno, en ocasiones es cruel. Así ha pasado en la batalla del Sánchez Pizjúan, donde resaltaba entre todos un nombre propio, el de Sergio Ramos. El otro día se reivindicó, se desahogó, hizo lo que desde hace mucho tiempo quería hacer con una parte de la afición de su Sevilla. Alabado por unos, entre los que me incluyo, y criticado por ese gran rebaño que es la inmensa mayoría, hoy volvía a tener otra batalla frente a «su» equipo. Entrecomillo el pronombre posesivo su, para diferenciar el corazón del papel verde.
Con todo esto, tras una semana de guerra entre un bando y otro, nos situamos en el partido. 0-1 min 84 tras tanto de Cristiano de penalti. Falta lateral a favor del Sevilla. La pone Sarabia y…..Apareció el cruel destino. Sergio Ramos anota en su propia portería. Para más inri, el hombre del extra time, tuvo que ver como el equipo de su corazón, le volteaba el partido en el tiempo prohibido de los videomarcadores, es decir, más allá del 90.
Dicen que la historia la escriben los vencedores, en esta ocasión, la escribió el caprichoso destino. Adiós racha, la liga sigue viva, más viva que nunca.
Juan Lorenzana Prieto @juanlp91
Foto: Twitter:@iloriz