Un sol tibio, posaba sus rayos sobre la espalda de la esperanza. Al fin, iniciaban el camino hacia sus destinos finales. Las despedidas se iban sucediendo, a medida que escalonadamente durante varios días, fueron abandonando sus sombras en aquel redil humano.
Los dos hermanos y la familia que compartía con ellos la tienda, no tendrían la suerte de irse juntos. Lo habían intentado, habían hablado muchas veces con los organizadores del campamento, pero no había posibilidades, como mucho iban a intentar que quedaran en la misma ciudad. La madre de la familia estaba muy triste, no le gustaba nada dejar a los dos muchachos en un colegio para refugiados, ella y el resto de la familia, querían seguir juntos. Durante los meses pasados, habían llegado a ser una familia, habían llegado a compenetrarse, se sentían felices juntos. El juego de las “palabras cortadas” era obligatorio cada tarde en la tienda de campaña. Las lágrimas fueron los únicos testigos de aquella despedida.
-¿Es que era tan difícil poder estar con ellos? No lo entiendo. No es justo.
-Debemos tener paciencia. Ellos saben en que colegio nos van a instalar e irán a vernos a menudo. Verás como todo se irá arreglando. El mayor hablaba a su hermano comiéndose el miedo y la tristeza. Tenía razón. ¿Era tan complicado dejarles junto a la que había sido su familia en el campamento?
Viajaron durante horas hasta llegar a una gran ciudad. En el horizonte, nubes oscuras amenazaban tormenta. El autocar frenó enfrente de un edificio grande, con muchas ventanas desde las que algunos muchachos les recibían abriendo y cerrando los brazos. Cuatro hombres salieron a recibir a los viajeros. Los dos encargados que venían con ellos en el bus, les entregaron las listas y fueron bajando según eran nombrados. Luego, les fueron ubicando en sus nuevas habitaciones.
-¡Mira una cama para cada uno! Y una estantería como la que teníamos en nuestra casa.
-¿Ves como todo va mejorando? Los dos hermanos se abrazaron mientras sus ojos soltaban una catarata de alas rotas y caricias perdidas convertidas en sal.
Todo iba mejorando si, pero seguían siendo refugiados.
Regüeldo: Asilo, amparo, son dos de las acepciones que el diccionario muestra, si buscas la palabra refugio. ¿Quién no ha necesitado o necesitará alguna vez en su trayecto personal amparo, aunque solamente sea para afrontar un disgusto?
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo