David González Álvarez //

En el año 2000 John Waters se encontraba en Madrid para promocionar su película Cecil B. Demented. Al encender la televisión en su hotel se topó con Tómbola. El rey de la cultura trash quedó fascinado. Al día siguiente, emocionado como un niño, se lo contaba a Alaska que debía entrevistarle para la revista Rolling Stones. “Creí que había muerto y estaba en el cielo”, confesó.

Hoy hace 20 años se estrenaba en varias autonómicas (Canal 9, Telemadrid y Canal Sur) el programa que marcó un antes y un después en la televisión española. Un pasaporte a la locura audiovisual donde todo estaba admitido. Todo menos aburrir, claro. El eco de ese trueno que supuso Tómbola en nuestra televisión todavía resuena. Muchos programas no existirían sin ese precedente. Ni Sálvame, ni El chiringuito ni, por supuesto, La Sexta Noche. Éste último aplicó a la política la fórmula tombolera. Sustitúyase a Jesús Mariñas por Marhuenda y los líos de Yola Berrocal en SexBomb por los Errejón en Podemos y se produce la transformación. Sin excusas cultueretas, es lo mismo.

El jueves 13 de marzo la productora Producciones 52 dio a luz un programa que nadie sabía de qué iba. Ni siquiera los propios participantes. La fórmula, tan eficaz como improvisada, se basada en sentar a un lado a varios periodista del cuore (Mariñas, Karmele Marchante, Lidia Lozano, Paloma Barrientos y Javier de Montini) y a otro a los protagonistas de las revistas de la época (Carmen Martínez-Boridiú, Sofía Mazagatos, Marlene Morreau, Jorge Juste, Carmina Ordóñez y Antonia de´ll Ate). La idea era debatir sobre la prensa rosa y sus protagonistas. La cosa acabó con entrevistas individuales a los invitados. Gritos, interrupciones y preguntas subidas de todo marcaron la velada cuyo punto álgido era una entrevista con Chábeli Iglesias. La hija mayor de Julio Iglesiase Isabel Preysler, hoy desaparecida del mundanal ruido, era entonces carne de cachondeo por ser la quintaesencia de la pija patria. La joven había pactado una entrevista con Ximo Rovira, moderador que hacía de todo menos moderar, pero los periodistas acabaron diciéndole de todo menos guapa. Iglesias abandonó el plató al grito de “esta gente son gentuza” y con el cheque en la faltriquera, claro. Había nacido una nueva forma de hacer televisión.

 

UN CIRCO DE TRES PISTAS

Tómbola no fue ni mucho menos el primer programa de corazón de la televisión española. La temática era lo de menos. Fue el primer programa donde los entrevistados se sentaban delante delante de periodistas que tenían información para desmentir sus afirmaciones. Y claro, a veces se liaba la bronca. Esto tampoco era muy nuevo. Pepe Navarro con Esta noche cruzamos el Mississipi fue el creador pero con Tómbola la fórmula alcanzó el paroxismo.

En las sillas se sentaban todos los jueves unos siete invitados de variopinto pelaje. Había también una entrevista principal con un famoso que a veces era de máxima actualidad y otras una celeb de toda la vida que, en una entrevista amable, repasaba toda su carrera. Éstos invitados se sentaban separados del resto en un sillón con forma de labios dalinianos.

 

Todo el mundo pasó por el programa. Actores en promoción, top-models infames, aristócratas pasados de rosca y algún desubicado aspirante a la fama. A algunos poco les faltó para entrar en nómina, como Carmina Ordóñez que fue tantas veces que llegaron a entregarle en plató el cetro de Princesa de Tómbola. Hasta personajes habituales de la crónica de sucesos se sentaron en las chillonas sillas del programa como El Dioni, Bienvenida Pérez, la Dulce Neus o Emilio Rodríguez Menéndez. Lo que se pagaba por entrevista era desorbitado. La actriz Carmen Conesa, que entonces estaba de moda por la serie Chicas de hoy en día, alucinó al ver su caché: “Me llevaron para contar anécdotas del rodaje y me pagaron 500.000 pesetas. Me compré un ordenador”.

Con el paso del tiempo los protagonistas fueron cambiando y el propio programa creó su cantera de personajes: sirvientes largones, ex despechados, botineras y representantes cabreados. Una lista de jóvenes y jóvenas (como diría Bibiana Aído) sin oficio pero con mucho beneficio que tocaron la fama con los dedos haciendo real el axioma warholiano sobre la celebridad: Nuria Bermúdez, la Juani, Yola Berrocal, Antonio Fontaneda...

PROTESTAS, SHARES Y DINERO. MUCHO DINERO

Los colaboradores también se convirtieron en estrellas mediáticas. Algunos ya tenían una larga trayectoria televisiva como Jesús Mariñas y Karmele Marchante. Otros se hicieron populares ahí como el poeta Ángel Antonio Herrera o Lydia Lozano. Había un quinta silla por la que pasaron varios periodistas (Cuca García Vinuesa, Chelo García Cortés, Pilar Eyte, Gustavo González, Ketty Kauffman…) hasta que fue ocupada finalmente por Jimmy Giménez Arnau. 

El programa siempre fue un homenaje al ruido y al sinsentido. Lisergia hecha televisión. Rara vez caían en temas mal rolleros y el humor grueso y la locura siempre estuvieron presentes. Había una sensación de que cualquier cosas podía pasar. En una de sus ediciones Yola Berrocal contó con pelos y señales sus encuentros con el Padre Apeles. En otra se emitieron las imágenes de Daniel Ducret (entonces casado con Estefanía de Mónaco) teniendo sexo en una piscina. El culmen fue cuando midieron el pene de un invitado en directo. Veinte años antes eso habría sido impensable en una televisión. Veinte años después también. El clima moral, como la depilación, va por modas y épocas. Toda generación tiende a creer que ha sido más libre que la anterior y no siempre es verdad.

Con todo esto, las críticas no podían faltar. En un país tan dado a la indignación como forma de vida, el programa fue objeto del cabreo de muchos. La palabra telebasura  prácticamente se inventó para ellos. Además, el hecho de emitirse en teles públicas llevó a que muchos políticos manifestaran su opinión sobre el programa. Ana Mato, entonces portavoz de un ministerio, llegó a decir que el programa “minusvaloraba el papel de las mujeres”. Sí, la misma que ahora pretende librarse de la trena alegando que es una ama de casa tontita. ¡Cómo joden las hemerotecas!

 

Los números cantaban. El programa llegó a proporcionar hasta 55 millones de pesetas por ingresos publicitarios mensuales a Telemadrid. Emitido por la FORTA llegó a mojar la oreja a las teles privadas obteniendo hasta un 24% de share. El éxito hizo que la formula se copiara por todas las cadenas comenzaron a nacer programas similares: Sabor a ti, Crónicas Marcianas, Abierto al anochecer, Salsa Rosa, DEC, Tiempo al tiempo, A tres bandas… Hubo una burbuja en el mercado televisivo y se llevó por delante al programa que murió de éxito en noviembre de 2004, pero dejando una impronta en nuestra televisión. No sé sin Tómbola la tele sería mejor o peor. Desde luego, sería distinta y lo que hoy conocemos no existiría. Cada vez que vean enzarzarse a Elisa Beni y Eduardo Inda o Roncero acosado por los chistes de Cristóbal Soria piensen que Karmele y Malena Gracia lo habían hecho antes.

 

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David González Álvarez