David González Álvarez//
Hace 25 años en España, Cobi y Curro se convirtieron en iconos de un país que entraba en una época en la que parecíamos gritar: “¡Mundo, mira lo mucho que hemos avanzado!”. Entonces no podíamos saberlo pero eso sería el punto culminante de una forma de entender la economía que se alargaría hasta finales de la década e inicios de los años doble cero. Junto a las mascotas de los eventos de carácter internacional que se celebraron en nuestro país, un coño tomó protagonismo. Mejor dicho la fugaz visión de un coño. No uno cualquiera, el de Sharon Stone, que hasta entonces era una desconocida para casi todos. En un abrir y cerrar de piernas las cosas cambiaron y su destape de bajos marcó mucho más que el inicio del despertar sexual de una generación: una nueva forma de ver el sexo en Hollywood.
Visto con la suficiente perspectiva Instinto Básico no es una película ni mucho menos redonda. Paul Verhoeven, experto en crear imágenes más que sugerentes como demostró en la maravillosa Delicias Turcas, pretendió homenajear al cine negro clásico y le quedó algo parecido a un telefiLme de sobremesa de Antena 3. Salvo por el sexo, claro. ¡Ah el sexo! Siempre presente en el cine ya sea por omisión ya porque se muestra claramente y sin ningún recato. Hollywood venía de un década un tanto confusa en su manera de mostrar las relaciones sexuales. Los ochenta fueron unos años en los que las grandes productoras dejaron entrar a los jóvenes freaks que habían asistido dos décadas antes a la caída del sistema de estudios, realizando una industria paralela en el underground. Ellos salvaron Hollywood y con los años (y el dinero) se hicieron más conservadores. Aún así, la comercialidad comenzó a convivir con temas adultos. En el sexo en los ochenta era natural y divertido, casi como una tabla gimnástica. Incluso la homosexualidad comenzaba a aparecer tímidamente.
Llegaron los primeros noventa y la fiesta acabó. La tesis conservadoras triunfaban en los gobiernos de los países principales. Además, el SIDA comenzó a tomar visos de pandemia y claro, llego la demonización del sexo. Cinco años después el clima se volvió de nuevo más permisivo pero en 1992 el sexo era mostrado en el cine comercial como el compendio de todas las maldades. Lo pasábamos bien bien los despelotes. Sí. Pero sabíamos que la lujuria tendría castigo. Sharon Stone en Instinto Básico era bisexual y manipuladora. Le metía un buen repaso a Michael Douglas durante el metraje. Lo curioso es que él no nos inspiraba empatía. Bueno ni eso ni nada. Tan acartonada era su interpretación. La que nos caía bien era ella. Este subgénero del thriller sexual nos dejó imágenes para onanistas debutantes y argumentos vergonzosos. Sharon Stone fue la primera, pero la reina de este tipo de filmes fue Demi Moore, que acabó quemándose después de enlazar títulos como Acoso (1993) o Streaptease (1995). La obra cumbre del género fue Showgirls (1995), auténtico filón kitch.
A penas unos segundos sirvieron para que el despatarre hicieran de Instinto Básico. En España el desbrague de Marta Chávarri en Interviú nos había preparado. Toda la pilosa intimidad de la entonces marquesa consorte llegaba en mitad del culebrón erótico-financiero que enfrentó a los Albertos y las Koplowitz. Su número se vendió como churros. Lo de Instinto Básico tenía más mérito. Había que buscar el punto exacto para poder ver las compuertas de la Stone. Muchos de mi generación se dejaron la vista. Y la cinta de VHS se jodió, claro.
Sharon Stone es suficientemente inteligente para saber que su espacio en la historia del cine va a ser pequeño. El de un pubis exactamente. Mejor actriz de lo que demuestran sus papeles (salvo a Casino de Scorsese o La Musa), tuvo Hollywood a sus pies pero hizo peores películas que nadie. Rápida y mortal, ese horror llamado El especialista o los innecesarios remakes de Las diabólicas o Gloria. Siempre ha estado por encima de la imagen de pretendida sex-symbol. Hizo mucho cine por dinero y ahora solo actúa cuando la interesa de verdad el papel. Por una vez cruzar las piernas fue la mejor forma de poder cruzarse de brazos.
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David González Álvarez