El fútbol nos hace sacar nuestros instintos más primarios, lo reconozco. Incluso cuando alguien va a trabajar a una cancha, en partidos como el de esta noche en el Bernabéu, se excita, se convierte en hincha de nuevo, comedido, del deporte más maravilloso del mundo.
La locura del Real Madrid – Bayern de Munich traspasó cualquier ámbito conocido y por descubrir. Alguien que lleva toda su vida viendo fútbol, jamás había visto cosa igual en un estadio. Nervios, taquicardias, amagos de infarto…Todo ello conlleva vivir esta pasión desde el corazón, desde el alma. Da igual de que equipo seas, de que color sea tu favorito. Esta noche, con el 1-2, el juego ya era grandioso, el 4-2 y la manera de producirse lo redondeó. Porque alguien se deja llevar por las 80.000 almas que abarrotaban y teñían de blanco las gradas del Coloso de la Castellana (4000 iban de rojo). Inevitable es que se te salten las lágrimas, que disfrutes más que un niño con un juguete nuevo o porque le ha salido el cromo que le faltaba. Alguien que ama el fútbol, ama una noche como estas, con el himno y la bandera de la Champions de fondo.
Durante el encuentro, me dispuse a repasar mi vida en las canchas en diapositivas cerebrales. Nada se parecía a lo de hoy, nada se asemejaba ala grandiosidad a la que estaba asisitiendo. Por ello, doy las gracias eternas a Real Madrid y Bayern de Munich. Habéis hecho que un humilde servidor, disfrute más que nunca de un partido de fútbol. Ahora sí, lo puedo decir, tras pensarlo durante todo el choque: El mejor partido que he vivido nunca y, créanme, he visto demasiados, pero nunca los suficientes.
Gracias FÚTBOL
Juan Lorenzana Prieto @juanlp91
Foto: www.realmadrid.com