Se llama Nacho Fernández, así tal cual, como suena. Común y sin estridencias ni diminutivos rusos o brasileños. Ese es su único déficit. Y digo déficit porque si se llamara Nachinho, valdría 70 millones y todo el mundo hablaría de él. 

Desde el silencio del buen trabajador, de aquel que no hace ruido pero escala poco a poco, desde la humildad, desde la constancia y el sacrificio. Así ha llegado Nacho a donde está ahora. Admirado por todos, repito todos, sin excepción. Adorado por su público, por sus compañeros y por su entrenador. 

En el año 2001, con once años, Nacho empezaba su andadura en la cantera blanca. Precisamente, el año en el que Zidane, ahora su entrenador, firmaba por el Real Madrid. Una carrera en constante ascenso que le sirvió para, en 2011, debutar con el primer equipo de la mano de Jose Mourinho. 

Desde ese momento, el multiusos Nacho Fernández sabía que corría en desventaja. No llamaba la atención, y lo sigue sin hacer. Sin embargo, es muy difícil ver un partido malo del madrileño, imposible me atrevería a decir. Siempre cumple, en donde le pongas, siempre. 

Nacho celebra un gol con sus compañeros// Jeiser White

Hasta ahora ha disputado 39 partidos esta temporada, bastante más que en cualquier otra. Las lesiones le han abierto aún más la puerta y como diría Camacho, «la está tirando abajo». El último gol al Sevilla, de escuela callejera, ha terminado de rendir al más escéptico.

Es por ello que el central/lateral/portero si se requiere, se ha ganado la confianza del técnico y la admiración de toda la plantilla. Además, siempre pone su toque de humor en cada entrenamiento, lo que contribuye al buen ambiente del equipo. ¿Alguien le puede pedir más?

Juan Lorenzana Prieto @juanlp91

Fotografías: Jeiser White @JeiserWhite