Ahmad esperaba en el banco del parque con el corazón a cien. Había sido capaz, al fin, de entregarle una nota a Julia, la hija de la vecina de Hala, en la que le pedía una cita, para ello, había acudido a su amigo Samir, que era todo un poeta.
– Querido amigo, tienes que escribirme una nota a modo de poema para pedirle una cita a Julia, tu vecina.
– ¡Mira el pillín, que escondido lo tenía! Aunque por mucho que quisieras disimular, se te nota mucho.
-¿Qué es lo que se me nota, so tonto?
– No te enfades hombre, pero cada vez que estás delante de Julia, irradias un campo magnético tan grande, que atrapa a todos los que estamos cerca.
– ¡Anda ya, campo magnético! ¡Menudo campo magnético estás hecho tú!
A los pocos días, cuando se volvieron a ver, Samir le entregó a Ahmad una nota escrita con mucho mimo y gran delicadeza.
En tus iris de mar, / nada la luz hacia la calma. / Hay en tus manos / vuelos que delimitan, / horas de caricias. / En tu pelo sembrados, / crecen los sueños / que nos unirán, / que nos harán uno / en el cuenco sagrado de la vida. / Si estas frases te gustan, estaré en el parque a las siete.
Ahmad leyó en voz alta, mientras su corazón latía a mil por hora.
-¡Caramba chaval! Eres bueno, sabes emocionar, ya lo creo. Se diría que tú también estás enamorado de alguien, de lo contrario, esto no te saldría así, de la nada.
Samir guiñó un ojo a su amigo y le espetó:
-Ya hablaremos de eso, ahora tengo que irme. Que tengas suerte en el parque.
Mientras esperaba, Ahmad se percató de que cerca del banco, donde él aguardaba, detrás de un seto, un cachorro de gato común, intentaba alzarse sobre sus cuatro patas, solo, triste, desvalido, aterido y temblando. Ahmad lo tomó en sus brazos y lo acarició para que se tranquilizase. Julia llegó en ese momento y aquella escena tan solidaria y emotiva, hizo que todo el cariño que ya sentía por aquel muchacho se multiplicase por mil.
– Si no tienes donde acogerlo, yo me lo quedaré encantada. Llevo tiempo pensando que a mi madre le vendría muy bien tener con ella a un compañero, así no se quedará sola cuando yo me voy al trabajo.
Julia y Ahmad, se sentaron en el banco, en compañía del pequeño felino que había venido a sellar miles de horas llenas de cariño, respeto, empatía, compañerismo, cercanía, emotividad y amor, ese ente que llena el corazón y lo mueve con el grácil vuelo de la entrega. Según tengo entendido, Julia y Ahmad, formaron con el tiempo, un fuerte lazo de vida.
Mordida existencial: Las volutas que emanan de las piruetas del amor son irresistibles. El sentimiento universal del amor, no entiende de fronteras, ni de religiones, ni de costumbres. Puede que suene a cursi, pero el amor es global, en el mejor sentido de la palabra, y global debería de ser el respeto que unos debemos a los otros y viceversa.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.