Las mareas crecientes han deteriorado durante años las plataformas que contienen las estatuas y los restos antiguos de la cultura Rapa Nui
La isla de Pascua (Chile), uno de los lugares más misteriosos de la Tierra y hogar de una extraña civilización polinesia que dejó en ella un gran número de vestigios en forma de ídolos gigantes (moáis) hace unos 2.000 años, está desapareciendo lentamente. Las mareas crecientes han deteriorado durante años las plataformas que contienen las estatuas y los restos antiguos de la cultura Rapa Nui, que han dado fama al lugar, recoge un informe de The New York Times, según recoge RT.
Al respecto, la Organización de las Naciones unidas (ONU) ha lanzado una advertencia asegurando que la erosión de las costas provocada por el aumento en el nivel de las aguas podría acabar por completo con las piezas arqueológicas. Los científicos prevén que las aguas aumenten hasta 1,5 metros para el año 2100, pero «temen que las tormentas y las olas se vuelvan una amenaza mayor», destaca la publicación.
«Te sientes impotente con todo esto, que no puedes proteger los huesos de tus propios ancestros (…) Es un dolor inmenso», confesó Camilu Rapu, líder de la organización indígena que controla el parque nacional que se extiende en toda la isla.
Signos de alarma
El año pasado las autoridades prendieron las alarmas tras la caída de un muro de roca a tres metros de la costa sur de la isla debido al fuerte impacto del oleaje. Los arqueólogos encargados buscan disminuir las consecuencias del colapso con la construcción de un muro marino gracias a una subvención de 400.000 dólares del Gobierno japonés. Sin embargo, se estudia la posibilidad de mover los moáis y las plataformas ceremoniales (ahus) a otro lugar.
Otra área que se encuentra en peligro es la del cráter volcánico de Orongo, adornada de petroglifos que retratan una competencia ancestral para conseguir huevos de aves en la que participaban los hombres jóvenes de la isla antes de la llegada de los europeos. Los diseños simbólicos grabados en la roca son vulnerables a las tormentas y la erosión del arrecife podría destruirlos. Aunque es posible anclar los grabados a otras piedras más estables o colocarlas en un museo, Rafael Rapu, jefe arquéologo indígena, cree que perderían «contexto y parte de su historia».
Problema financiero
La eventual desaparición de los sitios arqueológicos podría representar además un problema financiero para la región insular de unos 6.000 habitantes, pues la industria del turismo es el eje principal de su economía. Tan solo en 2017, este patrimonio histórico de la humanidad atrajo a más de 100.000 turistas y produjo unos 70 millones de dólares en ganancias para los comercios locales.
Fuente: periodistadigital.com / Ambientum