Adel, primo de Ahmad y de Kaled, llegó al almacén un poco antes, ya que hoy llegaba pedido y le gustaba estar allí cuando llegasen los camiones con las mercancías. Fue una jornada intensa, pero Adel era un joven dispuesto a laborar y a ser digno de la responsabilidad y misión que su jefe le había encomendado desde que entró a trabajar.
-¿Dónde está Juan? Llevo varios días sin sentir su mirada pinchante sobre mis hombros. Preguntó a uno de sus compañeros.
-Puede que Juan no pueda volver a trabajar, le ha dado un ictus, y solo responde la mitad de su cuerpo, la otra mitad…
-¡Cuánto lo siento! ¿Y en qué hospital se encuentra? Me gustaría visitarlo.
-No creo que sea buena idea, ya sabes que Juan es de los que…
-Si, si, lo sé. Juan es de los que nos metería en camiones a todos los que no hemos visto la luz aquí y nos mandaría fuera. ¡Fuera!, con esa fuerza que él lo dice.
-Verás, precisamente hoy, cuando salgamos de trabajar teníamos pensado ir a visitarlo, pero no te habíamos comentado nada por eso, sabemos que no eres de su agrado y no queríamos hacerte pasar un mal trago.
– Os lo agradezco mucho, bien pensado es mejor así, igual si me ve allí con vosotros se le queda paralizada la otra parte del cuerpo. ¡Lo siento! Me ha salido sin querer, a veces soy algo bruto. Su compañero sonrió por lo bajini.
Siguieron cada cual con su trabajo. Adel pensó: debo estar atento, en algún momento alguno de mis compañeros dirá el nombre del hospital en el que se encuentra Juan.
Mordida existencial: Dedicada hoy la mordida a todos los que abocados a salir de sus hogares, si no quieren morir o ser pasto de destinos aún más terribles que dejarlo todo e irse sin saber a dónde. He parado a recorrer la casa, el hogar, a fijarme en detalles que tendría que recordar si mañana, por motivos que hoy pudieran parecer inverosímiles, tuviera que abandonar estas paredes llenas de respiración y cariño. Llenas de dedicación a mi familia y a mi misma. Llenas de materia de recogimiento, de calma. He parado digo y no quiero hacerme a la idea de cómo sería mi vida sin ellas, sin las paredes, sin el poso de amor que hay en sus ladrillos.
Como no me ha dado el espacio para sellar la historia que arriba comencé: Continuará. La próxima semana más y mejor. Eso intentaré.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.