Mª Luz Parga, ex alumna de Veterinaria, y Marta Regueiro, responsable del Servicio de Anestesiología Veterinario, participan en un proyecto de la Universidad de Barcelona.
El Servicio de Anestesiología del Hospital Veterinario de la Universidad de León (ULE), la Unidad de Electromedicina del Complejo Asistencial Universitario de León (CAULE), y la empresa Dräger se han unido para colaborar en un proyecto de investigación impulsado desde la Facultad de Biológicas de la Universidad de Barcelona que lidera el profesor Luis Cardona Pascual y en el que participa una ex alumna de la Facultad de Veterinaria de la ULE, Mª Luz Parga López.
El proyecto –financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovacion y Universidades a través del Programa Estatal Proyectos de I+D+i- se centra en ver cómo el cambio climático afecta a los lobos marinos antárticos. Para ello, el próximo mes de febrero, un equipo integrado por cinco investigadores españoles viajará hasta la Base Militar de Isla Decepción, en el archipiélago de las islas Shetland del Sur, para capturar quince animales de esa población de lobos marinos subadultos, tomar muestras de sangre, de pelo y de bigote y colocarles transmisores en la piel con el fin de conocer sus movimientos en el invierno siguiente.
Marta Regueiro, responsable del Servicio de Anestesiología del Hospital Veterinario de la Universidad de León (ULE), reconoce que este tipo de colaboraciones son “muy interesantes y necesarias” y se muestra muy satisfecha de que en este proyecto participe una ex alumna de la Facultad de Veterinaria. Una valoración que también comparte José Manuel Lavigne Pérez, responsable de la Unidad de Electromedicina del CAULE, quien entregó el pasado viernes a Mª Luz Parga un ventilador mecánico que ha puesto a disposición del proyecto la empresa Dräger. La necesidad de contar en el equipaje con un dispositivo de este tipo responde al hecho de que “en algunos casos, a la hora de colocar los transmisores a los lobos marinos, tendremos que sedar al animal y si hay algún problema poder ventilarlo, pues para que se seque la resina que adhiere a la piel un transmisor se necesita una temperatura de 25º y en el verano antártico ahora es de 5º, así que para hacerlo será necesario aplicar calor y tener al animal tranquilo y sin moverse 20-30 minutos”, explica Mª Luz Parga que espera no tener que recurrir a la sedación muy profunda ya que el problema de los mamíferos marinos “es que su respiración es voluntaria y si se quedan inconscientes dejan de respirar, de ahí la necesidad de este ventilador mecánico”.
Tras licenciarse en 1996, Mª Luz Parga, hoy al frente de la Fundación Submon, viajó a Gran Bretaña para especializarse en medicina de animales salvajes y tras seis años de estancias en Londres y Edimburgo, regresó a España, y comenzó a trabajar en el Centro de Recuperación de Animales Marinos de Barcelona. Su bagaje profesional, su especialización en fauna marina y un interés compartido con varios colegas de este centro catalán por la conservación marina la llevó a fundar hace una década la Asociación Submon. Desde aquí desarrollan investigaciones sobre especies y hábitats en peligro de extinción (tortugas marinas, delfines, praderas marinas..), tratan de hacer llegar los resultados científicos a la sociedad y ejercen una permanente labor de concienciación para que pescadores y clubes náuticos, entre otros, hagan un uso más sostenible de sus entornos.
Su contacto habitual con el Departamento de Vertebrados de la Facultad de Biológicas de la Universidad de Barcelona y su especialización previa en clínica y anestesia de focas la llevó a involucrarse activamente en el proyecto de investigación que lidera Luis Cardona y que afronta con máxima expectación e interés. “Los lobos marinos se alimentan en gran medida de krill, un crustáceo cuya población depende de la presencia de hielo flotante. El cambio climático está reduciendo la cantidad de hielo que se forma durante El invierno en torno a la Península Antártica, lo que podría estar afectando a los lobos marinos. Aunque estos pueden consumir también peces, para ello deben bucear a mayor profundidad, lo que dificulta su alimentación cuando el krill escasea”.
El estudio espera desvelar las zonas de alimentación de los lobos marinos mediante la telemetría satelital y su alimentación a través de las muestras de plasma “donde puedes ver la alimentación de los últimos días”, las de células sanguíneas donde se certifica la de los últimos meses, y del bigote donde se puede ‘leer’ la alimentación de los últimos cinco años “el tiempo que tarda en crecer”, y en ello trabajará junto al resto del equipo durante un mes en la Antártida.