La prostitución es otra de las tristes, penosas, inhumanas y humillantes consecuencias machistas de la sociedad. Es una lacra en la que me vi inmersa cuando llegué a este país y que duró cinco terribles años. La prostitución es como vivir en un campo de concentración, en donde vas perdiendo la identidad y acabas sin ninguna expectativa para seguir existiendo. Si además eres extranjera, como era mi caso, aún peor, todavía estás más perdida, te amenazan constantemente con deportarte o dejarte tirada en cualquier esquina, no puedes hacer nada, ni nadie va a hacer nada por ti. Yo pude salir de ella, porque ya no era válida, los puteros (hombres aficionados a las prostitutas, según el diccionario) que visitan los prostíbulos, quieren carne nueva y joven, así que llega un momento en el que se te desecha. Pude salir de la prostitución también con la ayuda de una organización que me dio cobijo y me ha ayudado a rehabilitarme física y sicológicamente, además de darme la oportunidad de aportar mi granito de arena para poder sacar a otras mujeres del terrible pozo al que nos arroja, lleno de miseria y de pérdida de voluntad, en el que no puedes ni te dejan pensar ni ser una misma. Y no podemos dejar de lado el hecho de que la prostitución existe por la demanda machista, ese debe ser el punto de mira del que debe partir la sociedad para mirarse en su propio espejo. El machismo es responsable de la prostitución.
Julia la hija de Clotilde, la vecina que vive enfrente de Hala, escuchó esta historia sin pestañear. En el centro social, donde trabajaba, se estaban llevando a cabo talleres de ayuda a la reinserción de mujeres que habían sido objeto de vejaciones y de trata, para ayudarlas a recuperar la identidad y la dignidad perdidas.
Mordida existencial: No me lo he inventado, el primer párrafo parte de la intervención en la radio de una prostituta reinsertada que contó su historia con motivo de la celebración en Madrid, los días 4 y 5 de este mes de la conferencia “Avances y retos de futuro en la lucha contra la trata y la explotación sexual de mujeres y niñas” para apoyar y ayudar a mujeres que se encuentren en el terrible pozo, muchas veces sin salida, de la prostitución. Debo decir que tal y como lo contó me dejó apretada en la silla, aturdida, con una sensación de malestar general, de humillación y de ahogo en la garganta que me duró un buen rato, creo que el virus de impotencia, que me llegó por las ondas hercianas, me produjo hasta fiebre. Si me puse así sólo con escucharla. ¿Qué será padecer y soportar la prostitución?
Sentí atropellado mi género de mujer, del que por otro lado, me siento muy orgullosa, pero hay que darse cuenta de que el machismo llega hasta el último rincón y de que está en cada uno, poner su granito de arena para erradicarlo.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo, León.