ERA YO, ESTA VEZ ERA YO / Un estertor de vuelo caído / se posó en los poros de aquel día. / Respiraba soportando / la piedra que se me había /quedado pegada al cuerpo. / Me pregunté si a las piedras, / también les dolerían sus partículas, / cuando alguien les rompe la vida. / En el suelo tendida, como un bulto / a la deriva del tsunami, me descubrió / la luna que lloraba mis lágrimas. / No quería moverme, / pensé en solicitarle a la luna / que me abdujera, que / me convirtiera en polvo lunar. / Pero estaba allí, tendida en el suelo, / con la ropa asustada. / No supe cuanto duró / aquel momento eterno / que estuve paralizada por el horror. / El horror penetró en mi cuerpo, / como un reptil de fuego. / Derritió mi piel. / Depositó pus en mi corazón. / Invadió mi cabeza. / Rompió mis manos cansadas / de apretar la esperanza. / Era a mí, esta vez, / era yo la atrapada por la bestia. / No lo estaba leyendo, / no lo estaba escuchando…, / era yo la que yacía bajo la alimaña /que se me había llevado / para siempre. / Era yo, la que esta vez, / se había convertido /en un nuevo número / para la estadística. / Y…, digo era, porque / ahora ya no soy, ni estoy, / ni quiero seguir siendo, ni estando. / Solo como, bebo, respiro… esta pregunta: / ¿Era esto lo que buscaba la bestia?
Ghada acabó de leer con el corazón a mil. Había escrito estos versos, después de escuchar que otra mujer había sido victima de violación, vejación, descuartizamiento de toda su vida, y un largo camino de días en los que será prisionera de su miedo y dolor.
Estaba ante un auditorio de personas que luchaban para que una lacra tan repugnante y vil, fuese extirpada de la sociedad.
Ghada había encontrado refugio en este país junto a su familia, cuando huían de la guerra que asolaba el suyo. Aquí había estudiado, y era una ciudadana más. Por eso se sentía herida cada vez que una mujer era vejada y tratada peor que una basura.
Mordida existencial: Ghada y su familia encontraron refugio, pero: ¿Qué refugio se le puede ofrecer a una persona que ha perdido su dignidad, su frescura, su calidez y calidad, su amor a la vida…? ¿Qué refugio cuando la riqueza de su útero, se ha usado como basurero? Una mujer a la que han extirpado en vida su raíz, puede sobreponerse, lo logrará, pero llevará con ella la espesura de la ponzoña y la maldad depositadas en sus átomos, por “animaloides” desnudos de humanidad.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo