El niño se sonreía mano inhábil, ojo atento y la cometa en el viento (su corazón) se cernía.
Dámaso Alonso
Llegamos con mucha antelación porque los niños estaban impacientes por ver un espectáculo del que nos habían hablado maravillas. Nos recibió un olor a palomitas y una exquisita organización reconocida por Mari Luz que como siempre, se hizo cargo de que todo funcionara a la perfección.
Después, ya antes de empezar, los payasos divirtiendo y animando a un público que llenaba casi por completo las gradas.
Un trío de payasos, un perro peludo y un sorprendente poblador del subsuelo, sirven a Kooza, para contar una historia, cuyos protagonistas son un personaje el “Inocente” ensimismado con su cometa y una especie de “Bromista” que introduce al anterior en un mundo de ilusión en el que le sirve de guía y en el que a la vez le reta.
¿A que se referirá el titulo? pregunta Ángel y todos nos dirigimos al Sr Google: Lolo, casi tan rápido como Rocío, Ana y Juan nos cuenta que ‘Kooza’ se inspira en la palabra sánscrita koza, que significa «caja», «baúl» o «tesoro», y que el titulo y la función se plantea como un homenaje a las tradiciones circenses de payasos y acróbatas.
Tomás, siempre muy bien informado, nos cuenta que el Circo del Sol es una multinacional del espectáculo nacida en 1984 en Canadá, que ha sabido imprimir al circo una nueva perspectiva con estéticas muy cuidadas, música en directo y un concepto de show que ofrece distintas perspectivas, que va más allá del número sin más, para ofrecer una historia que en este caso a través de el Inocente, nos habla del miedo y el reconocimiento de la propia identidad, combinando arte, belleza y acrobacias.
Los niños se alborotan porque no empieza y son los payasos, que ocupan ya el escenario los que nos animan a pedir “que empiece ya”.
Y de pronto: suena la música, una banda con dos cantantes y una notable presencia de instrumentos de viento (saxo, trompeta, trombón…) situada sobre una suerte de teatro de telón rojo en tres alturas que preside la parte central del escenario.
El primero de los números tiene mucho de bienvenida, pero es al tiempo un ejercicio coral de acrobacia previo a la llegada de dos contorsionistas mongolas capaces de llevar sus cuerpos a lugares absolutamente imposibles. Esa plástica insólita que rompe con las reglas de la anatomía, transmite belleza, asombro y sorpresa, con Odgerel Bayambador y Sender Enktur como protagonistas. Petri, miraba asombrada aquella flexibilidad y me preguntaba si eso era posible. Yo no sé si podría…. mañana lo intentamos y nos reíamos las dos.
Llega después un dúo que juega a la contorsión y la acrobacia a bordo de un monociclo. Se hace el silencio, se palpa la emoción. Son dos rusos, Olga Tutynina y Yury Shavro, quienes obran el milagro. Él pedalea; ella se eleva en sus brazos, ambos bailan alrededor de la pista. Leo nos diría después que parecía que estaban enamorados, tanta era la belleza y la armonía que trasmitían…
Entre los funambulistas que llegan a continuación están los españoles de la familia Quirós. Su show obliga a elevar la vista a lo más alto. Componen una doble cuerda floja y comienzan directamente sin red, sin arneses, haciendo ver que sus paseos y bailes de acá para allá son cosa de niños.
La segunda parte arranca con la danza de los esqueletos, coreografía coral con acrobacias a tutiplén y muchísimo ritmo como paso previo a las Ruedas de la Muerte, queasí se llama el número que protagonizan Angelo Rodríguez y Junior Espinoza; el uno colombiano, el otro de Ecuador. Sobre un eje central giran dos estructuras circulares; cada uno de los dos acróbatas se sitúa en una de ellas mientras ambas trazan esferas a gran altura. Imposible que no se escapen los gritos. El público crea un coro improvisado cuando los artistas saltan de dentro afuera de los aros mientras un solo de batería suena brutal, da el redoble musical justo y necesario al vertiginoso despliegue aéreo.
Llega después un número de manipulación de aros de apariencia cercana a la gimnasia rítmica de la mano, brazos, piernas y cuello de la ucraniana Anna Stankus, antes de que los payasos sigan jugando al humor y de que las sillas chinas ganen altura. Todos miramos a Tisbe que es una artista con el aro, animándola a seguir practicando.
Después el “Diabolo” y otro juego de saltos imposibles, de trampolines, de seres que vuelan, de subidas y bajadas, a pie, unos encima de otros, sobre un zanco, sobre dos, con la música marcando muy alto el fin de fiesta, con más de una docena de artistas componiendo una vibrante coreografía final que Espe y Mari Luz aplauden a rabiar.
Las jóvenes y guapas madres: Rocío, Ana y María están tan emocionadas como los niños, que quieren más palomitas y cuentan admirados como saltaban, volaban y andaban sobre la cuerda. Jack nos diría que no había visto nunca nada igual de sorprendente, y el pequeño Sam que hace circo, no salía de su asombro, mientras Luca contaba sin parar como saltaban en los aros de la muerte sin caerse ni tropezar.
Emoción, sorpresa, también miedo, todo eso y mucho más ofrece un espectáculo vibrante y ágil que merece la pena disfrutar. Después, Frederik nos sorprende a todos con un magnifico video. Que ha ido haciendo sin que ninguno nos diéramos cuenta. Este muchacho es también una caja de sorpresas.
En Gijón un esplendido día del verano de 2019
Victorina Alonso Fernández