Recuerdo despertar tirado en un portal, con una resaca que no me cabía en el cuerpo. Luego la puerta de casa que no abría. -¿Quién demonios ha cambiado esta cerradura? farfullaba entre dientes. Mi madre, asomaba tras la puerta con los ojos hundidos en la piel del mundo. A ella le había tocado el hijo vago y borrachuzo del barrio. Pero tenía una paciencia infinita, un enorme saco donde echar todos los días rotos, y… eran tantos, casi todos desde que cumplí los diez mas o menos.
-¡Eh Remi, vamos a la partida! Levanto las posaderas de la silla y acompaño a Romualdo hasta el salón. Todas las tardes echamos una partida, es una buena manera de tener la mente entretenida y entrenada. Llevo unos años en la residencia y hacía mucho tiempo que no me encontraba tan bien. Tan bien de alma, quiero decir, el cuerpo lo estropeé hace mucho. Creo que algo tiene que ver la nieta de Romualdo, es sicóloga y me ha ido sacando mucho veneno del que colgaba en mi pasado. Ahora me acuerdo mucho de madre, de lo que sufrió conmigo. ¿De dónde sacaba aquella mujer el coraje para soportar aquella carga?
-¿De qué te ríes? me pregunta mi compañero Romualdo mientras caminamos por el pasillo hasta llegar al salón.
-Cosas mías, ya sabes. – Siempre con tus cosas, ya te ha dicho la nieta, que no debes pasarte tanto tiempo por ahí, con las musarañas.
En el salón ya nos están esperando los otros compañeros para echar la partida. Mientras me siento, vuelvo a recordar a madre, y a la otra mujer que hubo en mi vida, ambas llagadas por la existencia a su lado de un ángel maldito. Entonces recuerdo a un buen hombre, el que me ayudó a salir del infierno, siempre me decía: Tienes que agarrarte a la mujer que hay en ti, ella te salvará, todos llevamos una mujer en nuestras vísceras, ya que una mujer es la que nos ha parido, cuando estés en el hoyo, recuerda esto, y echa mano de la mujer que hay en ti, ella te ayudará siempre.
Mordida existencial: Vaya la mordida para todas las personas que nos han ayudado, nos ayudan y nos ayudarán a caminar en esta senda de la vida.
Vaya también un “GRACIAS” grande, para este periódico que me deja asomarme a vuestros ojos y para los que recogéis estas letras leyéndolas, sin vosotros, las letras, no tendrían sentido. Aunque esté muy manido, un buen deseo, siempre está bien sacarlo del pecho: Que el 2020 nos traiga calma, amor y armonía.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.