Desde la ventana de su habitación de la residencia, Romualdo, que ya se encuentra mucho mejor, observa el cielo limpio, sin las estelas de los aviones que a esa hora, surcaban el cielo. Rosa, Remigio y él, casi todos los días, se reunían a aquella hora para poder contar las estelas que marcaban el cielo, con tiza blanca, era la hora en la que los aviones hacían sus rutas, unos en una dirección y otros en la contraria.
-He contado siete. Dijo Rosa.
-Nanay dice Remigio, son ocho, mira aquella de la derecha, ya casi desdibujada.
-Pues yo he contado diez. Les cortaba Romualdo.
Romualdo sonríe, por primera vez, desde hace mucho tiempo. Siempre les engañaba, él les decía que había contado más, y hasta se lo demostraba. Seguramente ahora los aviones estén durmiendo el sueño de los viajes olvidados. Los pájaros de acero, se entumecen sin dar rienda suelta a los sueños de tantos pasajeros, y de tantas mercancías, y de tantas ayudas, y de tantos trabajos, y de tantos… Romualdo ha pasado de la sonrisa recordando el juego de contar estelas, al llanto que le produce tanta parálisis. Todo está quieto, como esperando una zarpa que fulmine el presente. Entonces ve a Rosa en su ventana, el patio separa ambas ventanas, pero ambos las abren, también lo hace Remigio, que sabe que es la hora. Los tres se contemplan primero sin hablar, luego entre gestos y diálogos a distancia, pasan un buen rato. Otro día en el vientre de la pandemia, se dicen para sí, mientras cierran las ventanas y se despiden hasta mañana.
Mordida existencial: Puede que esta pandemia nos dure más de lo que se preveía, puede que se llegue a tener una vacuna más pronto que tarde, pero estar al borde del precipicio, tan de cerca y tan de lleno, nos haga sacar alguna conclusión respecto al lugar que ocupamos en la casa de la naturaleza. Desde luego, si de ésta, no nos damos cuenta de que solo el hombre, extingue al hombre, poco nos queda en esta rueda de la fortuna llamada vida.
Somos tan poquita cosa y a la vez, tan irresponsables con el entorno y con nosotros mismos, que de seguir así, puede que no necesitemos más pandemias. El Covid-19, de momento, tiene la última palabra.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo