Dónde habla la hierba. Poema del libro de Mercedes G. Rojo, titulado “Pecado de omisión”. Página 54.
Búscame allí / donde el color de la hierba / se vuelve más brillante, / donde las mayas juegan al corro / al llegar la primavera. / Busca bajo tierra / el recuerdo de mi vida / y libera de mentiras / mi memoria. / Búscame hasta encontrarme. / Escucha el llanto / y los gritos / amordazados en el silencio / de una noche oscura y larga. / Y libera de una vez los secretos / apenas murmurados / entre ancestrales instintos / de supervivencia.
Remigio escribía en su cuaderno de clase, casi con lágrimas en los ojos, el poema para la tarea que les había propuesto la animadora que venía a la residencia los lunes, miércoles y viernes por las tardes.
El poemario, le había cruzado las vísceras como un escalpelo, como su propia lengua oscura cuando hacía muchos años atrás, él era un portador de venenos y espumas fétidas contra su propia madre y luego también contra la única compañera que le aguantó.
Alguien llamó a la puerta de su habitación. Era su compañera Rosa, que venía a buscarlo para la clase del viernes. Al ver su cara supo lo que estaba supurando el corazón de aquel hombre que nunca se perdonaría todo el daño que había causado.
-Me lo supuse, sabía que este poemario te iba revolver los ayeres con el afilado sable de la memoria. Anda vamos a buscar a Romualdo.
-Gracias Rosa, sé que como mujer, desprecias todo lo que sembré. Te doy las gracias por tu comprensión. Menos mal que me has conocido después, así no pudiste palpar al demonio que tenía dentro.
Mordida existencial: Este escrito quiere ser un canto al buen hacer de Mercedes González Rojo, en su trayectoria como mujer, como divulgadora, como promotora cultural, como trabajadora incansable de, por y para las personas menos afortunadas, muestra de ello es su último y precioso poemario titulado “Pecado de omisión”
En él, entre poemas y relatos cortos, nos va dibujando mapas ilustrativos y muy sentidos de un bello proceso de creación, con el que nos hace sentir y pensar en el trozo de isla que somos cada uno, dentro del gran archipiélago de la especie humana.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.