“Querido amigo: Te resultará muy raro recibir una carta a estas alturas de la vida. A mí sí me parecería una…, no sé si llamarlo extravagancia. En los tiempos en los que vivimos recibir una carta con su sello y todo, al menos una rareza si es.
Me he animado a escribirte, ya que nuestra asistente social de la residencia, que es la misma, al parecer, que la que tenéis en la vuestra, nos ha animado a cartearnos con personas residentes en distintos lugares. No me parecería mal que no me contestases o que no te gustase esta iniciativa. De cualquier modo, si te ha molestado recibirla, te ruego me perdones.
Para romper el hielo, como dicen ahora los modernos, te comentaré que a ambos nos gusta la fotografía, eso sí me lo ha dicho Margarita, ya sabes, la animadora social, puesto que cuando nos propuso este taller de escribir cartas, nos dio, lógicamente algún dato que tuviéramos en común para poder iniciar nuestra relación epistolar.
Romualdo dejó la misiva sobre la mesa, pensó que no estaba nada mal aquel intercambio escrito, era como un juego juvenil que te hacía mover la imaginación. Siguió leyendo con atención. Cuando terminó de leer la carta, se dirigió hacia Rosa y Remigio que estaban haciendo un puzzle entre los dos.
-Fijaos, me ha llegado correo esta mañana. Y…, me ha hecho mucha ilusión. No recordaba esta sensación desde hacía mucho tiempo. Creo que desde que vine del hospital, no me había sentido tan…, cómo os diría.
– ¿Tan genial y enérgico? Rosa le miró sonriente.
-¡Eso, has dado en el clavo! ¿Queréis que os la lea?
Ahí dejamos hoy a los tres amigos, leyendo y estudiando la carta que le había llegado a Romualdo.
Mordida existencial: No sería mala idea poner nuestros corazones ante un folio y un bolígrafo, para desgranar los sentimientos y dirigirlos hacia algún familiar o amigo. Hace tanto que nuestras caligrafías han perdido sus caminos. Pero ahora, en estos tiempos de padentro, de soledades, de necesidad de sentir el hálito de los otros, no estaría nada mal, recobrar aquella buena costumbre de cartearnos, de escribir lo que sentimos o necesitamos decir, de buscar en el diccionario, el mejor corrector que existe, las palabras exactas para sanar pandemias y prodigar respeto.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo