Del conglomerado de reinos medievales que configuraban la Península Ibérica el leonés es uno de los más desconocidos y olvidados. En torno al Esla, el río que da nombre a la Asturias histórica, nace gracias a la expansión de la Reconquista este reino que toma el relevo de los monarcas establecidos en Oviedo. León, la nueva capital, donde se asentó la Legio VII romana, se convierte en un faro que irradiará hacía el sur su vigorosa cultura, una lengua propia y una religiosidad de la que nos queda como testimonio algunos de los monasterios más importantes por su historia del país.
Así han podido comprobarlo estos días, los 17 amigos, aficionados al patrimonio y la cultura, que han participado en el itinerario “Monasterios del Esla. Ecos de un viejo reino” con Cultur Viajes, la agencia especializada en turismo cultural de la Fundación Santa María la Real.
Durante cuatro jornadas, conducidos por Maximiliano Barrios, historiador y coordinador del portal Románico Digital y acompañados por Paula Álvarez-Santullano, han visitado la ciudad de León donde han podido dar un rápido vistazo a la historia de todo el reino, además de recorrer dos espacios emblemáticos como San Isidoro o la catedral. “En el primero se promulgaron los Decreta, los documentos que prueban que León acogió las primeras Cortes parlamentarias del mundo en el año 1188”, recordaba Barrios.
De Santa María de Gradefes a San Pedro de la Nave
Siguiendo el curso del río Esla, el recorrido continuaba por algunos de los cenobios más importantes del medievo como Santa María de Gradefes o Santa María de Sandoval, otros con reminiscencias mozárabes como San Miguel de Escalada o visigóticas como San Pedro de la Nave. “Trasladada de su emplazamiento original debido a la construcción del pantano de Ricobayo en los años 30 del pasado siglo, su fábrica es una simbiosis de elementos presentes en otros testimonios visigodos. De su origen monástico no parece haber duda y en los cuatro capiteles de su crucero se halla la escultura de mayor calidad que ha dado el arte visigótico, con piezas como el sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los leones”, apunta Barrios, quien recuerda también que el edificio fue recientemente restaurado dentro del Plan Románico Atlántico.
La magia de la luz equinoccial y el recuerdo de los viejos scriptorium
No ha faltado tampoco la visita a algunos centros monásticos con una historia muy particular, como Santa Marta de Tera, donde se produce el fenómeno de la luz equinoccial que se proyecta sobre el capitel más famoso del camino jacobeo mozárabe sanabrés. “Con la llegada del otoño y la primavera un rayo luminoso procedente del óculo del testero ilumina uno de los capiteles del arco triunfal, el que representa la Ascensión del alma identificada posiblemente con Cristo dentro de una mandorla sujeta por ángeles”, explica Barrios, quien recuerda que “la luz en las iglesias románicas forma parte de una cuidada escenografía que posibilitaba la lectura de los programas iconográficos de su pintura y escultura, sirviendo como un elemento más dentro de la puesta en escena de la liturgia cristiana”.
Los viajeros han podido adentrarse en San Salvador de Tábara para evocar el gran scriptorium medieval que alumbró joyas como los Beatos con ilustraciones mozárabes y pegados a la mítica Vía de la Plata casi donde el Esla se entrega al Duero. “A pesar de haber llegado muy fragmentado a nuestros días se ha podido rescatar la autoría del Beato de Tábara ya que los responsables son inmortalizados en parte del texto”. Así, sabemos que el maestro fue Magius, junto con sus discípulos Emeterio, Senior y la monja Ende que finalizarán el trabajo a su muerte.
Del esplendor del viejo scriptorium de Tábara a Santa María de Moreruela, el ejemplo del Císter por excelencia, “hoy ruina majestuosa que se apagó como el viejo reino de León”, pero que aún guarda, como han podido comprobar las 17 personas que han disfrutado del viaje, infinidad de historias, misterios, leyendas y secretos.
La Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico es una entidad privada sin ánimo de lucro, cuya misión fundamental es generar desarrollo sostenible y activar los territorios, mediante la puesta en marcha de proyectos e iniciativas innovadoras basados en tres ejes: personas, patrimonio y paisaje. Actualmente, el trabajo de la Fundación se estructura en tres grandes áreas: Empleo y Emprendimiento, Atención Social y Turismo y Cultura. Dentro de esta última, se encuadra Cultur Viajes, una agencia especializada en turismo cultural, que trata de ofrecer al viajero recorridos singulares y experiencias únicas, mostrándoles el patrimonio como nadie se lo ha enseñado.