Las inclemencias meteorológicas marcaron el primer día de apertura de la caza menor en León.
Muchas ilusiones acumuladas en los cazadores esperando el “gran día”. Muchas horas de sueño perdidas por la emoción del momento, pero… Amaneció un día lluvioso, ventoso y frío que no facilitaba salir al campo a disfrutar de la caza.
No obstante hubo un gran número de cazadores decididos que desafiaron a las contrarias circunstancias meteorológicas y poblaron los campos de perros nerviosos, escopetas brillantes y chubasqueros imprescindibles.
Las previsiones eran que la perdiz había criado bien, en general esta previsión se confirmó. Aunque el día no acompañó, si se vieron más perdices que en la temporada anterior, aunque abatirlas era otra cosa. Las circunstancias meteorológicas y las dificultades para moverse por el suelo mojado y embarrado en muchos lugares fueron grandes dificultades para hacer percha.
Liebres, llevamos unos años que hay pocas en todos los sitios. Ya sabemos los motivos; nuevas enfermedades, la mal recordada clorofacinona… A pesar de todo algo se ha ido recuperando.
Los conejos van por zonas, en algunos lugares mucha abundancia, en otros menos y en otros nada, como siempre. A pesar de todo en los lugares donde hay abundancia los días de agua, frio y viento son poco propicios para que el conejo campee, prefieren estar a resguardo en sus madrigueras. Este es el motivo por el que no se han cazado muchos.
De todas formas un día de recuerdos y reencuentros para los cazadores, que muchos estuvieron a punto de perderse por el confinamiento perimetral de León y San Andrés del Rabanedo, que al final, casi por casualidad, permitió a los cazadores salir al campo.
Eso si, los saludos no fueron como los del año pasado un “hola que tal” desde la distancia y a cazar cada uno por su lado o con su cuadrilla bien reducida. Es lo que toca y lo que hay que hacer por un tiempo.