– Escucha Rosalina, dijo Rosa leyéndole un texto a su compañera de habitación y de vida: “Se inicia la vacunación a los mayores de noventa en la provincia” ¡Qué contenta estará nuestra amiga Asun!
Como ya se podía salir de la residencia, Rosa y Rosalina, que ya habían sido vacunadas hacía un tiempo, se dirigieron al parque cercano donde sabían que Asun solía estar a esas horas. La vieron sentada en el banco de siempre, se acercaron.
-¡Hola amigas! Saludó Asun desde el banco esperando que llegaran.
Una vez intercambiados los saludos a la distancia reglamentaria, Rosa y Rosalina, se sentaron en el banco de enfrente, como hacían desde que se habían reencontrado con su amiga después de vacunarse y de que ya dejaran salir de las residencias.
– Estarás contenta, dijo Rosa, te llamarán muy pronto para vacunarte.
– Pues…, estoy muy contenta, ya me han llamado, pero…, nada chicas que tendré que ir en taxi, ya sabéis que el centro de salud está en el pueblo de al lado, tenemos que ir allí a que nos vacunen.
-¡Pero bueno! Contestó Rosalina indignada. Eso me parece fatal. ¿No hay forma de que nos faciliten las cosas a los ciudadanos? Si aquí tenemos un consultorio médico que siempre ha funcionado muy bien, a qué viene ahora lo de tener que desplazar a los habitantes para la vacunación
– Además, yo creo, dijo Rosa, que eso es más peligroso, puedes contagiarte con más facilidad, sales de tu ámbito, y tienes que tener contacto obligatoriamente con más personas. No lo entiendo. A los mayores siempre poniéndonos trabas, eso me parece que ahora se llama “edadismo”
-¿Eda…, qué? Preguntaron al unísono Asun y Rosalina
-Edadismo, quiere decir, discriminación por edad, lo leí el otro día en el periódico. Y explica perfectamente lo que buena parte de la sociedad, hace con nosotras, y aunque esto de la vacuna es para todos las personas igual, lo que acaba de decir Asun de tener que ir al pueblo de al lado a ponértela, es un inconveniente para todos, pero mucho mas para las personas como nosotras.
Asun asintió con la cabeza. -A mi me hace mucho trastorno, ya lo creo, pero imaginaros a otras personas que no tengan medios y no se puedan permitir un taxi. Se podría pensar que siempre hay un vecino que te puede acercar, pero es que yo ahora mismo no tengo ni vecinos, las casas de al lado solo están habitadas en vacaciones.
Mordida existencial: En tiempos de pandemia, soluciones pifias. No se entiende que teniendo un consultorio, como el que tenemos en Veguellina de Órbigo, tengamos que ir a vacunarnos a Benavides de Órbigo, lo que conlleva, desde mi humilde opinión, más riesgos de contagios, sin contar el trastorno que supone para cualquiera que no disponga de vehículo o peor aún tenga una movilidad limitada. En fin, como decía mi abuela: “¿no quieres caldo?, toma dos tazas”.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo