Rosalina y Rosa retoman un poco atribuladas, el camino a la residencia donde habitan desde hace varios años. El cadáver del otro banco del parque, las había dejado inquietas. La muerte, que es el envés de la vida, nos sorprende con su poder.
– No creo que hayas hecho lo correcto Rosa, reniega Rosalina con cariño. Y… ahora, esa es otra, ¿qué vas a hacer con la misiva?
-Bueno Rosalina, no seas tan borde hija, siempre recriminando. Lo que voy es a leerla nada más que nos encontremos en nuestra habitación. Me gustaría mucho que escuchases y tuvieses a bien compartir esto conmigo, pero si no quieres, pues allá tu.
– Anda, anda, cuánto te gusta darle bombo a las cosas. Está bien, la leeremos y decidiremos después qué hacemos con el papel.
Una vez en su habitación de la residencia, Rosa le dice a Rosalina tendiéndole el escrito que le había retirado al cadáver del banco en el parque un rato antes:
-Toma, léelo tú, se te da mejor.
-Si, si, se me da mejor, lo que ahora te da un poco de canguis, confiésalo…
-Anda no te hagas de rogar y termina.
Rosalina toma el papel y lee: “Llevo varios días notando como la Parca me ronda. Noto su suave brisa al rodearme, a veces creo que está sentada a mi lado. Solo le pido que me lleve, que aquí ya ha terminado mi tarea, estoy solo, sin nadie y si me diera un jamacuco o se instalara en mi cuerpo alguna enfermedad oscura, gris y duradera, sería una carga para la sociedad y para mí mismo, así que le ruego que no se ande con chiquitas y que me lleve de una vez. De no ser así, escribo estas letras para que si ha de darse la circunstancia de que no pueda valerme por mi mismo, no quiero que se me prolongue la existencia ni un minuto, ya que si llego a ese término, no seré yo, y como he dicho ya he vivido mucho, más incluso de lo que pensé nunca. Por eso si me recogen en circunstancias adversas, solicito la eutanasia para este cuerpo ya vivido. Creo que esto podrá dar una idea de por donde van mis intenciones. Gracias”.
Después de un largo silencio que acomoda las palabras y los sentimientos, Rosa comenta: – Al fin y al cabo hice bien en coger el papel de las manos del hombre. No hace falta que se lo entreguemos a nadie, parece ser que tuvo la muerte que quería, breve y sin dolor.
Mordida existencial: Fuera aparte de que se esté o no de acuerdo, y por supuesto, reglando la eutanasia como es debido, creo que es una opción muy digna para bien morir. Y para los que estén en contra, solo decir que una ley como ésta no obliga a nadie, solo deja que podamos elegir dignamente cómo dar el último adiós.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.