Siento las miradas penetrantes de las generaciones venideras. Cual evento cuántico puedo sentir que estoy aquí y allí a la vez, y me pesa el juicio, me pesan sus páginas escritas sobre mi generación, sobre mis errores, y sobre mis éxitos ignorados.

Casi puedo oír las voces de los decanos demostrando a los alumnos cómo nos equivocamos aquí y allí, en esto y en lo otro, sintiéndose seguros en el «mundo de Perogrullo», ¡Qué fácil es sentir que todo se hace correctamente cuando se está bien!

También yo me veo mirando al pasado, veo lo fácil que era demostrar que no eran necesarios los cambios cuando todo iba bien, y lo preclaro que resultan los errores del pasado, sin embargo cuando el presente nos arrolla todo pierde su claridad, y donde dije «digo» ahora digo «Diego». Si antes hablábamos de libertad frente a la opresión de las dictaduras, ahora hablo de control y de emergencia sanitaria, porque el precio que hoy pagamos por la libertad es un precio «justo», esa es la perspectiva de la miopía.

¿Qué antepasado nos diría que el precio que pagaron por la libertad en los años 30 no era justo? Un nuevo fenómeno arrasaba la sociedad entonces cual COVID-19 , era la globalización, y no se entendían las olas inmigratorias, así que la crisis racial se puso de moda y la gente compró la desconfianza y la discriminación para sentirse seguros.

Hoy a toro pasado todo eso lo vemos claro, pero vuelvo a sentir las miradas del futuro, ¿acaso es válido el miedo a la muerte y la enfermedad como justificación para la discriminación? ¿Acaso la muerte y la enfermedad no han existido siempre? ¿A qué viene actuar como si fuera algo nuevo?

Si fuéramos Dioses del Olimpo y llegase un Covid capaz de matar dioses inmortales, entendería la histeria, pero entre los humanos asustarse porque hay una nueva causa de mortalidad me suena a chiste sacado de alguna obra de teatro del absurdo.

Con la moral se compra a la gente, pero ya decía Groucho aquello de que si no le gustan mis principios tengo otros… que es lo que viene a ser la democracia actual, así que donde hoy digo «sacrificio por la salud pública», mañana quién sabe si no diremos «sacrificio por la Patria»…

También con cristianismo se compran las voluntades y los corazones de la gente, y hasta el más marxista de los individuos tropieza con la nazarena voluntad, y la pena y la compasión nos tientan a pagar con libertad el bienestar de todos.

Agazapado está el lobo entre ovejas, esperando vernos dar la libertad sin escrúpulos, y lo que ya decía antes, que donde decimos «por la seguridad sanitaria» mañana estemos diciendo «por la Patria», y ojo que nadie se vaya a pensar que esto es tendencioso, que unos decía por la Patria para hablar de España y otros decían Madre Patria para referirse a la URSS, así que compradores de libertad hay por doquier, así que la advertencia es para dejar de vender la libertad y no para comprar votos para uno u otro partido.

Lo malo es que hemos puesto de moda entre los partidos una especie de subasta de nuestra libertad, y esperamos a ver quién nos ofrece la mejor alternativa ante la progresiva pérdida de libertades y derechos «fundamentales». Que digo yo que si son fundamentales no se debería poder mercadear con ellos ¿no?

Cuando tenga canas hasta en las palabras estoy seguro de que se dirá en periódicos y libros de texto con dureza todo lo que hicimos mal, y nos regodearemos en nuestra sabiduría mientras todo va bien, como hacíamos nosotros cuando nos reíamos de la evidencia de la locura de los totalitarismos de principios de siglo XX, seguros de que no volveríamos a vender la libertad a cambio de seguridad… ¡JA!

Yo no tengo la solución desgraciadamente a la pandemia, ni tampoco a la corrupción de nuestra democracia, pero no puedo evitar señalar que vender la libertad supone un peligro, a lo mejor es que me he vuelto loco, quién sabe…