Viento soplaba un poco picotero, Baobab se quejó, pero de poco le sirvió. Así que decidió entablar conversación con él, le rogaría que le constase una de sus historias de humanos, Viento era un narrador estupendo.
– Oye Viento, me pregunto si tendrás un ratito para contarnos alguna de esas narraciones que nos enseñan mucho sobre lo que los humanos hacían hace mas de mil años por aquí, por la superficie terrestre.
Viento se posó en las ramas de Baobab. – ¿Contarnos, a quiénes?
-Si esperas un poquito, está a punto de llegar Dinosaurio. ¿No te lo dije? Aquí lo tenemos. Verás que contento se pone cuando sepa que nos vas a contar un relato.
Viento que estaba bien repanchingado en las ramas de Baobab, comenzó:
Hace mil años aproximadamente, los humanos sufrieron una pandemia que les hizo mucho daño, La Covid 19. Murieron muchas personas, sobre todo mayores, en la primera ola. Aún no tenían con qué combatir al enemigo, así que tuvieron que encerrarse en sus casas durante una buena temporada, solamente podían salir para lo esencial y siempre con mascarilla tapando sus bocas y sus narices. Luego, se fue arreglando un poco la situación, hasta el planeta entero lo notó, no había casi polución, el efecto invernadero se ralentizó, los animales bajaron a conocer las ciudades, estaban desiertas y ellos podían pasearse sin temor. Más tarde, ya podían salir, pero siempre con las mascarillas puestas y observando unas estrictas normas de convivencia. Aún así, el virus mutaba y volvían nuevas olas, disparando contagios y más muertes. Al cabo de un año, comenzaron a aparecer vacunas y la población, gracias a ellas, podía ir haciendo un poco más de vida, poniéndose recuerdos de las mismas para ir avanzando.
La historia precedente, quiere ser un párrafo que dará explicación al título de “en la cola de la vacunación”.
Neuronada: Hoy no es neuronada, sino más bien anti-neuronada, ya que esperando en la cola de la tercera dosis, durante tres horas, tuve la suerte de compartir esa cola con una mujer encantadora, no nos dijimos ni el nombre, pero tuvimos conversaciones animadas, incluso graciosas durante el tiempo que estuvimos juntas. Fue un placer contar con ella y le agradezco que las tres horas, llegaran a parecer un rato muy placentero. Muchas gracias.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.