El próximo sábado 9 de abril a las 18,00 horas, en el Museo de la Industria Harinera (MIHACALE) de Gordoncillo, presentamos “Camino”, una exposición de Sebastián Román.
Creo que existe algo en aquel taller –quizás sea el lugar más personal y que mejor define a un artista- que yo no puedo ver de la misma manera que lo hace él. Se disculpa por el desorden, en absoluto soy consciente de ello, -aunque tampoco soy capaz de ubicar todos los objetos de la habitación-, pero pronto me doy cuenta de que ahí se encuentra todo lo que Sebastián necesita para llevar a cabo su trabajo; Hay objetos diseccionados que me impiden adivinar que fueron primero, otros esperan su momento para ser desgajados. Los que saben que están a salvo son pocos, una radio, una cámara y un ordenador, cómplices del trabajo solitario de creación.
En mitad de aquel cementerio electrónico, un trípode sostiene una cámara preparada para disparar. Está mirando atentamente y de manera ininterrumpida una pequeña ciudad, un compendio de piezas que primeramente no tenían sentido alguno, y que el artista ha ordenado de tal manera que han cobrado lógica –incluso vida- como un pequeño Frankenstein. El creador la observa detenidamente y la coloca sobre el escenario, la gira hasta encontrar su localización en el mapa, la ilumina como elige el día o la noche a su antojo y la atavía en medio de paisajes tan desoladores como sugerentes.
El proceso fotográfico es largo y parece que libra la lucha entre lo que desea la mente, percibe el ojo y captura la cámara. Se percibe en ese momento, casi como algo mágico, el proceso creativo de quien intenta expresar, más allá de las formas habituales del lenguaje, un mensaje tan personal como universal; el propio devenir de la humanidad.
Existe un brillo en la mirada del creador que intento razonar, pero sé que forma parte de un momento en donde la pieza y el artista están alejados de mí, como si de otro planeta se tratase. Pensaba que Llamando a la tierra era un mensaje desde la misma y resulta que en sí mismo es algo extraterrestre. Como si el taller de Sebastián Román no estuviera en Miñambres de la Valduerna y se encontrara en Marte. Y yo, de manera privilegiada he viajado al planeta de la imaginación de otra persona.