Desierto descansaba plácidamente después de que el viento hubiera fatigado a sus arenas durante una enorme tormenta que le recordó tiempos del milenio anterior, cuando los hombres poblaban la superficie de Tierra. Desde que Naturaleza, en el 2022, les desterró al subsuelo, todos vivían más tranquilos. Las escuelas, situadas siempre en la parte más abierta de las cavernas, vivían tiempos mejores, pues Naturaleza ya dejaba que los alumnos la visitaran por encima de su superficie.
La profesora de literatura leía en esta ocasión, versos de hacía mas de mil años. Sara Zapata, traía en su poesía los ecos de muchos humanos solidarios con Planeta. En la poesía de esta autora, se observa la pincelada ecológica y de respeto con los demás seres que nos acompañan, también surca sus versos la cotidianidad a la que nos aferramos para seguir sintiendo los latidos de los que ya nos dejaron.
Sara Zapata, dejó entre las ramas de los sauces el eco de su voz aupado al lomo de las palabras. El Órbigo cantarín, cerró su nana de agua para escucharla, el trino de los pájaros acompasó la tarde mientras caían, como alas diminutas e invisibles, los versos de Sara Zapata haciendo labor de zurcido, sellando sus verbos con los nuestros, acariciando la tarde con un manto suave de sentidos e intenciones.
Tener la posibilidad de trazar sentimientos cada tarde de viernes de julio en “Poesía a Orillas del Órbigo”, es tener a los dioses de nuestra parte. Las molestias y lesiones que se van acumulando a lo largo de la semana, obtienen mejoría o desaparecen con el tratamiento de los versos. La paz que se respira al lado de nuestro río escuchando las sanadoras escrituras de los poetas, devuelve la fe en la humanidad. Hay vida en la poesía, y hay también una enorme capacidad de sanación en las voces de los poetas. Si deseas aplacar tus idus, acércate a este remanso de calma, que es “Poesía a Orillas del Órbigo”. En Veguellina de Órbigo, y cada viernes de julio, ya hace catorce julios, está abierto el paraíso de las palabras para ti.
Mientras asistimos a las tardes más poéticas de julio, unimos latidos para incitar a la paz en tantos sitios donde la guerra, la hambruna, el genocidio, la migración, el holocausto de mujeres, los asesinatos y la mercadería humana, alteran o eliminan a la vida: Ucrania, Libia, Afganistán, Haití, Sudán, Siria…, una larga lista de desaciertos humanos que cubren la faz de Tierra, de olvido y dolor.
Neuronada: Más poesía = Equitativo reparto de igualdad, de oportunidades, de comida.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo