Todo viaje que se sueña ha de iniciarse al alba. Dejamos Astorga cuando apenas amanecía, camino del desierto mexicano; allí, entre cactus, serpientes, cocodrilos, caballos y armadillos asistimos sorprendidos y emocionados a un espectáculo de luz integrado con delicada belleza en un rumor de agua.
Más de 2.550 espectadores llenaban la gran carpa instalada en la Casa de Campo, en Madrid, donde el Circo del Sol presenta su nuevo espectáculo: Luzia.
Llevábamos meses preparando este viaje, aguardando ese momento, así que niños y mayores esperábamos con impaciencia el comienzo del espectáculo.
De pronto, entre las flores que llenaban un escenario rodante, comienzan a surgir bellísimas mujeres-colibrís. Después, todo es frenesí: saltos imposibles a través de los aros, bicicletas que bailan, una muchacha que parece de goma con la que juegan a tirar y rescatar del cielo, tres hombres hercúleos, quitándonos la respiración en cada vuelo; bailes, canciones mexicanas llenas de dolor y ternura, vistosos trajes y el agua haciendo filigranas al caer desde muy, muy arriba.
Los equilibrios con la pelota no son menos espectaculares que los gimnastas que realizan triples saltos mortales. Y con las acrobacias se oyen suspiros de alivio cuando consiguen, los acróbatas, desde las alturas, tocar el suelo como si de pájaros de colores se tratara.
La sorpresa surge de la cortina de agua que va esculpiendo imágenes de animales y flores, un caudal de chorros que surgen de los 13.000 orificios por donde llueven sorprendentes y hermosas figuras.
Todo lo ilumina un sol gigante que representa la luz y una serie de tormentas que nos hablan de la lluvia y de su capacidad de nutrir y transformar todo lo que toca.
Luz y lluvia: LUZIA.
Hay un número que nos dejó boquiabiertos a todos: un joven de hermosos ojos azules, delgado y sumamente flexible. Aleksei Goloborodko, contorsionista y danzarín ruso, se convierte en un ovillo que late y se va desenredando lenta y armoniósamente hasta transformarse en serpiente. Los atentos y admirados espectadores tenemos el corazón en un puño. ¿Cómo puede hacerlo? dice Luca. Se va a romper, contesta Eneko. Noelia no quiere mirar, tampoco Ana. Viky se tapa los ojos. Mateo señala con el dedo y pregunta a los hermanos mayores que no saben que decir, ante tal hazaña. Irene aplaude asombrada como todos los demás y hace fotografías sin parar, para apresar la magia del momento.
Delicadeza, elegancia, expresividad. Algo inverosímil, comenta la mayoría, pero todos hemos podido comprobar cómo se plegaba sin esfuerzo aparente, el esbelto cuerpo.
Porque Luzia es poesía y color, es la belleza de los dibujos que la cortina de agua traza al caer, y es, sobre todo, un homenaje a un país: México, alegre y colorido, culto y sensible. Un pueblo lleno de cantos de amor y muerte, animales mitológicos y la pasión por el color.
No podía faltar el número de payasos, el clown holandés Eric Koller, se lanza al vacío desde el avión que va a Méjico, al comenzar la función, con un paracaídas fallido, pero, gracias a un diminuto paraguas, logra vencer la ley de la gravedad y desde ese momento nos mete a los espectadores en el bolsillo con sus gestos y un sencillo silbato. Y nos va guiando por todo el espectáculo como si de un viajero perdido se tratara. Un viajero que va buscando el rumor de manantiales, la sencillez del desierto, su sobria belleza y la luz, todo un colorido de trajes y animales.
Especialmente el caballo plateado guiado por un brillante colibrí, que recorre de vez en vez el escenario maravillando a todos. Como nos maravilla el jaguar articulado y hermoso, haciendo mimos al equilibrista cerca del agua.
También nos acompaña en el viaje la mariposa monarca; este lepidóptero americano pasa el invierno en tierras aztecas después de recorrer 5.550 Km. Un esfuerzo que recuerda al realizado por el Cirque du Soleil resurgiendo, tras las dificultades de los últimos años..
El Circo del Sol tiene su sede en Quebec -Canadá- y, desde hace 30 años, recorre el mundo con diferentes espectáculos. Distintos pero siempre originales, sorprendentes siempre. En la actualidad, presentan 27 representaciones, cada una de ellas con una temática, pero con unos pilares semejantes: las acrobacias y la sorpresa. Unidos siempre por la música y las últimas tecnologías. Y en esta ocasión por el agua.
El director suizo Daniele Finzi Pasca nos lleva en esta ocasión en un viaje onírico por la naturaleza y el folklore del país mexicano, con una puesta en escena que aúna la ambientación de época con las nuevas y más avanzadas técnicas.
Un mundo de sueño y fantasía, de sorpresa, turbación y miedo. Un mundo que merece la pena conocer y compartir. Dos horas llenas de magia que pasan en unos minutos y que no quieres que terminen.
Un espectáculo brillante, audaz y fascinante.
Un frío y hermoso día de enero del 2023.
Victorina Alonso Fernández