Cuando salí del baño la cafetera ya regurgitaba su extraordinario aroma por toda la casa. Tomé del frutero un plátano de la frutería del pueblo, también unas fresas, un kivi y unos arándanos. Coloqué los frutos secos, comprados en la tienda de golosinas del pueblo, en un plato, y me dispuse a desayunar.
Como si fueran migas de rutina, fui recorriendo los objetos que había sobre la mesa: además de los alimentos enumerados en el párrafo anterior, la cafetera, los platos, los cubiertos, las servilletas, el mantel, la rodea, la mesa, las sillas, los muebles de la cocina, incluso me miré a mi misma y enumeré la ropa que llevaba puesta, las zapatillas, los calcetines, la ropa interior, la camisa, el pantalón.
Rememoré los objetos del baño que acababa de usar, el peine, el jabón, la toalla, el cepillo de dientes, el papel higiénico… Todo esto que pensé en unos minutos, son meras migas, comparadas con todo lo que se consume en un hogar cada día.
Y, ahí va el asunto de tanta miga: Gracias al comercio del pueblo en el que habito y en el de aledaños, puedo surtirme de lo necesario para que la rutina sea cómoda, sana y amena. sí amena, ya que cuando voy a comprar a cualquier comercio del pueblo, además de dejarme aconsejar por el propietario de la tienda, me comunico y entablo una charla con la persona que está detrás del mostrador, ya que esa persona y yo, tenemos un vínculo de amistad, nos conocemos desde hace muchos años, y eso da confianza a ambos.
Por eso, entre otras muchas más consideraciones, me gusta comprar en mi pueblo, saber que estoy manteniendo vida en el lugar en el que mis raíces son las raíces de mis vecinos y ellos, a su vez, me está dando vida a mí.
No necesito desplazarme, perder tiempo (el tiempo es vida), puedo llevar conmigo a los peques sin miedo a que se pierdan en ese gran súper en el que llega un momento que ya no sé ni lo que necesito ni lo que llevo en ese carro teledirigido que me dirige a los estantes en donde la empresa quiere que ponga mi atención.
Lo que realmente quería con este escrito es celebrar que AEDO: Asociación de Empresarios del Órbigo, está ayudando a mantener el comercio en esta zona.
El pasado sábado, tuvo lugar en Veguellina de Órbigo, una cena de acercamiento a los empresarios, allí entre otros interesantes comentarios, se dijo que la asociación cuenta con prácticamente noventa socios. No está nada mal para seguir manteniendo población en Veguellina de Órbigo y los pueblos aledaños que siguen creciendo.
Lamiguería: Parece que los gazatíes, van a tener menos ruido de misiles. Es triste tener que conformarse con migajas, pero bienvenidas sean. Ojalá uno de estos días, una bomba de dignidad humana, devuelva la cordura al mundo.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.