“Ya me ves questó cantando / es que quería llorar / o de bueno o de negro. / La vida la pasar”.
Hace poco más de un año Juan Guerrero escribía esta reseña sobre el libro de poemas de Eloy titulado «La vida la pasar»:
«Una antigua historia del pueblo gitano, zíngaro o romi, nos cuenta que el solitario gitano estaba sentado debajo de un árbol, a la luz de la luna, tocando su guitarra, cuando la muerte fue a buscarlo. El gitano le dijo que se iría con ella, pero que le dejara terminar de cantar su canción. La muerte le concedió ese último deseo. Se retiró y dejó al gitano cantando su canción. Cuando terminó la muerte le fue a buscar, pero el gitano le dijo que todavía debía cantar otra canción. Así se estuvo hasta que la muerte, cansada de esperar, se retiró y dejó al gitano cantando. Así fue como el gitano pudo espantar a la muerte. Sobre los gitanos, Eloy Rubio Carro ha escrito y reflexionado muchas veces. También sobre los sefardíes y sus vínculos ancestrales con la lengua judeoespañola (ladino) y su cultura. De esta última deriva el título de su hasta ahora último libro de poesía, La vida la pasar (2018), que es un verso de una antigua canción monastir: “Ya me ves questó cantando / es que quería llorar / o de bueno o de negro. / La vida la pasar”.»
Y a ti, Eloy, la muerte no te dejó seguir captando la vida y a quienes la vivían, no te permitió continuar escribiendo versos, relatando historias, penetrar en la belleza de los hombres o de los pájaros y mostrarla en blanco y negro.
Eloy, debiste entretener la muerte muchos años más, bastaba con que le hubieras contado cada vez una de la muchas historias que sabias, o algunos de tus poemas, solo tenias que haber echado mano de tú voz rota y de tu sabiduría.
Tenias que haberlo hecho Eloy, entretenerla un día y otro día, un mes y otro mes y así años… hasta que cansada de esperar el final de tus relatos, se fuera. .
Debiste hacerlo Eloy. Debiste hacerlo. Y no irte con ella.
Era demasiado pronto.
Con andar ágil, la mochila al hombro y la juvenil coleta, seguirás paseando las calles de esta ciudad de Astorga que tanto debe a tú buen hacer. Acudirás al Club de lectura y a todos los acontecimientos que tengan que ver con la cultura, la reivindicación o el conocimiento.
Así, no nos sentiremos tan solos, tan perdidos, sin alguien que de testimonio y lo plasme en una hermosa fotografía.
Adiós Eloy, fotógrafo, profesor, filósofo, periodista y siempre, por encima de todo, poeta.
Victorina Alonso Fernández