Nos pisaron el terreno, / dejaron las cunetas sin nombre. / ¿Quién soy yo en África? / En África no han tenido la gran oportunidad / de darme laiks porque su ignorancia, / y su tercermundismo, /  les ha privado de mi estela salvaje de homínido. / Desconocen que sea Nobel de la Paz / o que haya creado un imperio / envuelto en plástico, / que le devuelvo a ese continente, / o a otro, para que conserven la precariedad, / el servilismo y la fabricación de pateras. / Nos extinguiremos, / por incontinencia de cordura, / seremos los próximos dinosaurios / en una galaxia de la que lo desconocemos todo. / Pero Amalia García Fuertes, / tiene un tesoro lleno de islas de palabras / donde duermen los sueños / al arrullo de su voz. / Un tesoro llenos de islas de palabras, / escondidas unas,  /  balanceándose en las olas del Órbigo otras. / ¿Quién fabricó la primera arma? / ¿Fue Caín, o fue Abel que no tenía poemas / para disparar palabras que encaminaran / las fibras hacia el temblor del cariño? / La humanidad morirá a la humanidad, / no quedarán ni las migajas, ni los ecos, / ni los ayes, ni las huellas, ni los de arriba, /  ni los mismos de siempre,  ni las fronteras, / ni idiomas (aunque dicen que son muy buenos para el sexo, / perdón no quise decir eso, / quise decir seso, eso), / ni las amenazas nucleares, / ni los ruidos de los gritos / ni siquiera quedarán las utopías. / Puede que para entonces, en África, / ya sepan quien soy yo, / aunque preferiría un millón de veces, / que supieran quien es Amalia García Fuertes, / con ella llega ese tesoro que esconde islas / llenas de palabras comestibles, / de palabras que nos zampamos, / los que tuvimos la suerte de estar en el reparto, / una tarde de julio a orillas del Órbigo. / Palabras que como migas, / fuimos llevándonos al pico de la esperanza. / Palabras que suturan heridas. / Palabras como cicatrices sanadas. / Palabras de mies y sarmiento. / Palabras que respiran. / Palabras para quitar la sed que ahoga la calma. / Palabras, lanzamiento de palabras, / y nadie salió herido, sino todo lo contrario, / el bálsamo de las palabras de Amalia García Fuertes, / nos dejó sabor de puchero de madre, / de fluido rojo del que todos estamos hechos, / de materia elástica que va acogiendo a los otros, / para sernos todos en uno, / para sernos uno en todo. / Para sernos uno. / Para sernos todo. / Las palabras de Amalia dejaron / las orillas del Órbigo, / arrebatadas de buenas hierbas, / de aromas que nos entraron por los oídos, / de ayeres que revivimos con ella, / porque ella es Órbigo y es Veguellina, / y es puente que une sílabas. / Y…, es agua que desinfecta oscuras rutinas. / Gracias Amalia por tus palabras, / por las migas que ya habitan en nuestro nido.  / Nos has regalado tiempo, / porque escuchar voces como la tuya / es regalarle tiempo al tiempo.

Lamiguería: Qué bello sería que todas y cada y una de las palabras que hacen este texto, fueran migas de la rutina nuestra de cada día y se convirtiesen en pateras de esperanza. Fueran migas de vida en Ucrania y Gaza. Fueran migas que desinflaran el ego de esta raza tan in-humana. Pero no nos pongamos ácidos, ya que estamos en julio, y las palabras en Veguellina de Órbigo, toman nuevos y hermosos significados.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.