Las palabras como migas / del pan de la poesía, / van uniendo sus fibras / para llegar al Ágora de la Poesía. / El sol esconde sus oros, / los vocablos llegan al anfiteatro / en su emigración de versos. / La magia se sienta en las gradas / del anfiteatro de San Marcos, / y la generosidad de la tarde / acoge en su horno templado, / a una masa hecha con harina de sueños, / con mermelada de verbos, / con hálito de musa, / con música de silencios. / Los poetas se acercan a la mesa / de los últimos viernes de mes, / atraídos por el pulso de las sílabas / aún no pronunciadas. / Son pajaritas, los poetas son pajaritas / de vuelo en verso / de verso en pecho. / Las pajaritas son como palabras / posadas en los versos, / descansando del ruido de los verbos. / En ellas, en las pajaritas, / quedan el mensaje y la raíz / de esta Ágora de la Poesía, / donde la poesía no compite, / sino que se comparte, / igual que el bizcocho de Yolanda, / con el que cada último viernes de mes, / endulzamos sinsabores. No hay revés, / que el bizcocho de Yolanda no enderece. / El bizcocho de Yolanda sabe a manos de madre. / El bizcocho de Yolanda hidrata y da alegría. / El bizcocho de Yolanda lleva levadura de entrega, / harina de sueños, mermelada de verbos, / hálito de musa, música de silencios, / El bizcocho de Yolanda, / lleva la gracia y la magia / que hace a los poetas más poetas. / Lleva la energía que llena de vuelos / la Ágora de la Poesía, / porque no hay poema más hermoso y tierno / que tu bizcocho Yolanda.
El pasado 30 de agosto, era último viernes de mes, día mágico en León, día que acoge en el anfiteatro de San Marcos, a todas las personas que quieran sembrar de palabras el espacio infinito de los poemas. Ya era la centésimo trigésimo quinta edición de Ágora de la Poesía y como en todas y cada una de ellas, Yolanda nuestra dulce poeta, nos llena de gracia y gusto con el bizcocho que prepara para compartir entre todas las personas allí reunidas. Yolanda nos regala el paladar y nos regala su amistad, su generosidad de cada encuentro convertida en un exquisito bizcocho que a todos nos da vigor y calor de corazón, porque no sólo apreciamos el sabor y la calidad del bizcocho, sino porque queda sellada nuestra energía común con ese hilo que sabe a gloria, tu bizcocho Yolanda. Gracias, gracias, gracias.
Lamiguería: Ojalá que llovieran bizcochos de Yolanda en cada fealdad humana. Ojalá que todas las ágoras del mundo, se nutrieran de poesía. Ojalá las guerras fueran migas, que se comieran los pájaros de la paz. Pero en Ucrania, en Gaza o en tantos países más, las guerras son las que se están comiendo hasta las últimas migas de una dignidad humana que cada vez está más desnuda de dignidad.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.