“El último vagón”.  Eutimio tuvo una novia de Quintana de Fon varios años, hasta que lo llamaron a filas y se tuvo que ir a El Aiún. Aquella separación rompió dos vidas, la de ella, dicen que murió de tristeza, y la del propio Eutimio, que no murió de tristeza, pero se hizo el mejor amigo de la soledad. El hombre que volvió de África no era aquel joven lleno de alegría que enamorado, le cantaba en la era a su novia con todo el sentimiento del mundo, también había perdido el humor que le caracterizaba.

Tanto su madre como su padre, hacían los medios por y para que se fijara en alguna vecina y formara un hogar, pero Eutimio estaba sordo, ciego y mudo para todo lo tocante a muchachas, la suya seguía siendo la misma a la que iba a visitar todas las tardes de domingo al cementerio de Quintana de Fon desde Oliegos, en la bicicleta que le había regalado su primo por cuidarle el gallinero cuando no estaba en el pueblo.

Se fue quedando aislado, y se diría que no estaba a disgusto, para él la soledad era una buena compañera. Cuidó de sus padres con enorme cariño y dedicación. Fue un hijo ejemplar. Pero la muerte se los arrebató.

Mesa para uno, pote para uno, hogar para uno. Los vecinos se preocupaban mucho por aquel solitario, le llevaban magdalenas, pan cuando amasaba alguna vecina, otra se ofreció para zurcirle la ropa, aunque él, se apañaba muy bien solo.

Con los años, se fue metiendo más en si mismo, muchos días no salía de casa, apenas atendía la huerta. Hasta la tendera comentó con los vecinos, que casi ya ni compraba, se estaba dejando mucho.

Lamiguería: “El último vagón”, es el relato que dediqué, este año, a Oliegos en el libro que cada año conmemora la desaparición del pueblo. Como cada año también nos reunimos en un lugar de la zona, para rendir homenaje a los que tuvieron que dejar su hogar por la llegada de las aguas de un pantano. Se me perdonará, pero he dejado a posta, el relato a la mitad, así, para saber el final, habrá que terminarlo de leer en un precioso libro que cada año se edita con los trabajos de casi cincuenta personas que dejan su impronta y sus mensajes en él. Este año el libro lleva el título “Villarmeriel: Atalaya de Roble y Piedra – Versos a Oliegos 2024” Este libro, como cada año, está coordinado por Armando Ramos, al que desde agradezco profundamente esta labor.

Los últimos renglones, van dedicados a Ucrania y a Gaza, así como a tantos países, entre ellos Afganistán, donde vivir es difícil, o acaso, sería más acertado decir que morir y sufrir sea lo más probable.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.