El abogado y escritor Alberto Zurrón presenta en León su ensayo Sexo, libros y extravagancias, la historia desconocida de los grandes autores de la literatura universal, mañana viernes, 20 de septiembre, a las 19.30 horas, en el Salón de Actos de la Biblioteca Pública de León (Santa Nonia, 5), junto a Pío Cimadevilla Sánchez.

«Los escritores siempre han viajado de dentro para fuera con una maleta de doble fondo: en la parte descubierta, la naturalidad, para pasar desapercibidos; en la oculta, la singularidad, la personalidad de contrabando», dice Alberto Zurrón (Gijón, 1968). Hay escritores con manías dignas de un loquero y vidas tan asombrosas que hacen palidecer a las de sus propios personajes. Novelistas incapaces de escribir una página sin tener una copa en la mano o tan prolíficos que acabaron asfixiados en su propio ego. Un Hemingway yéndose al otro mundo en circunstancias exactas a la que eligió su padre, dos de sus hermanas y una nieta. Un Scott Fitzgerald que entraba a los casinos a cuatro patas o una Virginia Woolf que no soportaba leer sus textos. Por no hablar de un Juan Ramón Jiménez que descartó ir a recoger en persona el Premio Nobel porque Suecia quedaba lejos, hacía frío y tenía pánico a morir por el camino. La historia de la literatura está repleta de pasajes y autores llenos de secretos, extravagancias y pecados inconfesables.

Zurrón escribe esta historia inédita de la literatura entre bambalinas centrada en los grandes autores de los siglos XIX y XX y sus obsesiones más secretas. Un desternillante viaje repleto de anécdotas, tragedias y curiosidades que explican de otra manera el doloroso origen de obras maestras como Ulises o 1984. No faltan el sexo, los fetichismos y todas las fobias del mundo en este fascinante atajo hacia el centro neurálgico de la literatura que es, ni más ni menos, quienes la hicieron.

«Si algo no he hallado en los escritores es paz: ni exterior, ni interior; ni mental, ni digestiva. Antonio Machado dijo una vez que vivía en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas, de manera que, una de dos, o salía de un confesionario o entraba en el cuarto de baño arrasándolo todo. Con los escritores no hay término medio. En ellos la paz supone una gran inconveniencia porque es la enfermedad terminal de la rutina, la adormidera de sus fantasmas, el acta de defunción de sus demonios», dice el autor de Sexo, libros y extravagancias.

«Si se es escritor es porque han fallado todos los ángeles y solo quedan los demonios, reclamando un premio que espanta porque consiste en entregarles la vida entera sin necesidad de hacerla antes verdadera. Los escritores son buena prueba de que los demonios dan para mucho, precisamente por lo mucho que reciben, y es que, a poco que uno les consiga la cuna adecuada, se acaban convirtiendo en el animal de compañía perfecto», dice en su libro Zurrón. «La selección de autores que he llevado a cabo reside en preferencias acérrimamente subjetivas, a veces movido no tanto por el deslumbramiento de toda una obra, sino por la oscuridad de toda una vida; así que aquí los presento a todos, o a casi todos, con sus miedos y sus fobias, sus ansias y sus inquietudes, sus odios y sus inquinas, sus miserias y sus manías, sus depresiones y sus sinsabores, sus fantasías y sus payasadas, sus derrotas y sus conquistas, sus ruidos y sus furias, sus travesuras y sus rencillas, sus inocencias y sus artimañas».