Me nací con las manos trotadoras. / Desde las nanas de harina / hasta las caricias de la mies / haciendo soles de trigo, / trepando granos de maíz, / Madre me lo enseñó: /si amasas con amor, / el pan será un primor. / En el campo disfrutaba de paz. / En la casa, a veces, un diablo / aparecía en las rutinas quemándolas. / Me fui creciendo con el hálito ácido / del alcohol en los labios de padre. / Cuando estaba limpio, / brillaban en sus manos las caricias, / y a madre se le encendían los ojos. / También a él le gustaba amasar / y los tres entonábamos el ritual: / “si amasas con amor, / el pan será un primor”. / En la escuela me olvidaba / del hálito ácido de padre / y multiplicaba esperanzas. / Me fui aprendiendo la música ronca / de la puerta cuando padre venía oxidado. / Madre y yo nos mirábamos, / escondíamos el ahogo en el costurero, / nos comíamos las lágrimas bordando / hojas caídas, alfombras de quizases / que nos arrastraban a laberintos necios. / Nos dolía la rutina, / hacía mucho que no entonábamos / “si amasas con amor, / el pan será un primor”. / En la calle soñaba calma, / pero al volver a casa, se oscurecían / los latidos. Se encogía la vida. / Me fui haciendo dura, amasando tristeza, / atesorando valor para parar aquellas manos / que amasaban tanto dolor. / Estuve amasando panes de cordura / durante muchos días, necesitaba, / pretendía que padre volviese a ser pan. / ¡Padre no! / ¿Quién amasará el pan nuestro de cada día? / ¿Quién repasará con hilos de calma la rutina? / ¿Quién nos salvará de esta cacería? / Mi brazo sujetaba el puño de padre; / por unos segundos, / acrobacia casi imposible / quedó suspendida en el aire una. / Hubo sanación, se recosieron / las costuras de los costados quebrados. / Recogimos nuestras migas / y volvimos a amasar juntos: / “Si amasas con amor, / el pan será un primor”. / Y…, el diablo con hálito ácido, / se ahogó en el charco / de los días asustados.
Lamiguería: El 25 de Noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El poema arriba proyectado, quiere ser una miga en el mar del dolor, de la humillación, del maltrato, de la impotencia, de la vejación, de la desolación y un casi interminable ecéteras en los que se ve sumida una mujer cuando sufre la tortura de la violencia, el acoso, la supuración de superioridad del machismo, el ahogo de esperanzas, y en tantos casos terribles la muerte de ella y/o de sus hijos. La sociedad, aún preserva muchas trazas patriarcales. Mientras no seamos capaces como tribu de apuntar al que infringe el castigo y no a la víctima, los pasos serán escasos y sin mucha efectividad.
Pero…, habrá maltratadores salvables. Hay que aportar ayuda a los que deseen rehabilitarse.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo