Si me miro en el espejo, / oigo el ruido de la herrumbre. / Escombros, mesas sin patas /en medio de la calle, / con la muerte en sus cajones desvencijados. / Si me miro en el espejo, / siento el latido sin cavidad torácica / que se me quedó allí, en mis raíces. / Me miro en el espejo / y veo las migas que está dejando el horror. / Migas, todo hecho migas, sobre todo / la paz. La paz hecha migas, / mojada en sangre inocente, / regando los surcos del bien, / ahogando la calma, / deshaciendo los pétalos de la vida. / Y la esperanza callada, enmudecida, / manchada de tinta ácida, / podrida por la niebla del ego. / Cuando me miro en el espejo, / me veo jugando entre la arena prometida, / entre la arena que se ha quedado atrapada / en el foso de la desesperación. / Allí en la arena, han quedado / todas las migas de los días pasados, / ha quedado la familia, la voz del amor, / la risa de la primavera, el aroma de los olivos. / A mi corazón lo muerde la angustia, no volveré, / no cabré allí donde me quieren enterrar, / entonces abro el libro de Adanía Shibli / titulado “Un detalle menor” / y leo con lágrimas secas por el huracán / de la soledad, aquella frase de sus páginas: / “No es el cañón el que vence, sino el ser humano”./ El libro de Adanía Shibli, ha viajado conmigo / en esta hégira, en esta loca persecución, / en este doloroso exterminio de los que quedaron. / Con él han venido las manos de los míos, / y el amor que nos hizo crecer. / Me alejo del espejo, no quiero que me recuerde / el mapa robado de mi tierra, / quiero pensar que es el ser humano el que vence, / y no el cañón, tan empeñado en deshacer / los días y las canciones de la vida. / Me alejo del espejo, y según me voy yendo, / recojo las migas de mi sombra, / las migas de mi casa hecha añicos, / las migas de los recuerdos buenos, / las recojo, pensando que quizás / mañana todas juntas puedan volver a ser / el pan nuestro de cada día.
Lamiguería: Las líneas precedentes, van dedicadas a la charla del pasado sábado, en la sala Fundos de Veguellina de Órbigo. Tomás Néstor Martínez Álvarez, en su nuevo ciclo de “Conversaciones sin red”, tuvo como invitada a Nedaa Albayrouti. Ella, su marido y sus tres hijos, salieron de Gaza buscando una nueva oportunidad de vivir. Frases como “la pena y la angustia se acumulan, no se van del corazón”, nos transmitieron el dolor del pueblo gazatí, porque allí, en Gaza quedó el resto de la familia, y pronuncia con rotura de alma, que por ahora aún están vivos. Ellos pudieron llegar a España, pero en estos momentos es prácticamente imposible salir de allí. Con su corazón roto dice que ve muy difícil la solución, porque no hay equilibrio entre el invasor y los civiles que no tienen para defenderse, nada más que tristeza, pobreza, desolación y muerte. Nedaa Albayrouti, supo explicarnos la situación que el pueblo gazatí lleva padeciendo durante décadas, pero ahora, con la masacre de su pueblo televisada, no se entiende que ni los pueblos occidentales ni los propios árabes, hayan consentido y estén consintiendo este genocidio.
Termino este escrito con los versos con los que empezó la charla, leídos por Nedaa en árabe y por Tomás Néstor en castellano. Los versos son del poema “Sobre esta tierra”, de Mahmud Darwish, poeta palestino fallecido en 2008:
“Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: / la indecisión de abril, el olor del pan, el alba, / las opiniones de una mujer sobre los hombres, / los escritos de Esquilo, / las primicias del amor, / la hierba sobre las piedras, / las madres erguidas sobre un hilo de flauta / y el miedo que los recuerdos inspiran a los invasores”.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.