Esta historia trancurre en los días de Navidad, desde muchos años atrás, una persona poderosa reunía a todos sus súbditos en su castillo, ellos llevaban postres, dulces, carnes variadas, cualquier cosa servía para celebrar una gran fiesta, después de comer y beber, los invitados danzaban sin parar y practicaban toda clase de juegos hasta bien entrada la noche, momentos antes de irse recibían regalos fantásticos.
Dos hermanos, Cesar y Karla acudian a dicha fiesta llevando cada uno un precioso cesto repleto de toda clase de comida y frutas variadas, pasaron cerca de una casita, mas bien una choza, pues tenía muy mala pinta, donde una pobre mujer acunaba desesperada a su hijito cuyo llanto tan solo se debía al hambre que tenía la criatura.
Karla se dio cuenta del problema que tenía la mujer, vio reflejado el dolor en sus ojos negros y sin pensarselo dos veces les ofreció su cesto de comida. La mujer le besó las manos en señal de agradecimiento y acto continuo dio a su pequeño un poco de comida algo que provocó una generosa sonrisa en el niño mientras satisfacía su hambre.
Cesar recriminó severamente a su hermana su acción mientras caminaban hacia la fiesta, quedas como una desagradecida por no llevar comida y seguro que ese año no te darán ningún regalo y tal era su enfado que acabó diciéndole, “eres tonta de remate”
Al llegar a la fiesta, Cesar se encargó de que todos vieran su cesta de comida, aunque después apenas compartió con su hermana la comida, algo que a ella no le importó lo mas mínimo, solo pensaba en al carita de satisfacción del pequeño.
Cuando llegó la hora de entregarles sus regalos, a Cesar le dieron una enorme caja roja con un precioso lazo, él todo ufano esperó que le entregasen el regalo a su hermana, la cual recibió una cajita dimimuta dorada con un pequeño lacito.
Karla se quedó mirando muy sorprendida a la muchacha de ojos negros que le entregó la caja, Cesar no perdió el tiempo en hacerle saber a su hermana que su gran regalo era gracias a llevar su cesta de comida, pero su hermana tan solo pensaba en la estraña coincidencia de la mirada de aquella joven era igual que la señora de la casita.
En un momento Cesar, con gran alegría, deshizo el lazo rojo y abrió la caja, ante sus ojos aparecieron enormes trozos de carbón negro como la noche, miró desconsolado a su hermana, ésta con cuidado deshizo el lacito y abrió una pequeña caja, en su interior había un cheque con una cifra gigante de números, la muchacha se quedó atónita, necesitaría varias vidas para gastarse aquel dineral.
Con la mirada, dio las gracias a la joven de ojos negros, ella muy amable le contesto en voz bajita, la vida siempre nos da lo que realmente nos merecemos.
Carol