![caca](https://www.leon7dias.com/wp-content/uploads/2025/02/caca-696x596.jpg)
No, caca de la vaca no, caca de perro.
Os contaré esta historia que es digna de un buen gag humorístico.
Estaba sentada en una consulta médica, y de pronto le vino un olor fétido. ¡Qué asco pensó! Y miró para los esperantes de la sala. Escrutó una por una a las personas que había sentadas. Todas bien peinadas, aparentemente aseadas y bien ataviadas. No supo a cuál de aquellas personas endosarle aquel sambenito maloliente, siguió leyendo mientras esperaba a ser llamada. Mientras leía, le pareció que el mal olor, se había ido. Bien, pensó, a alguien se le escapó un pedo y se quedó tan contento. Pero al moverse de posición, volvió el aroma pútrido, entonces miró hacia abajo, de la suela de la zapatilla derecha sobresalía un plástico. Con el pie izquierdo, pisó el plástico que sobresalía, pero nada, no se quitaba, así que pensó que se le había pegado un chicle en la suela. Miró disimuladamente y ale-hop, ¿cuál fue su sorpresa?, enganchada al plástico y espachurrada, estaba pegada la caca de un perro en la parte trasera de su zapatilla. ¡Horror, qué hacer! Miró hacia un lado, hacia el otro, cogió el bolso y el abrigo que había posado en la silla de al lado, y salió cojeando disimuladamente para no posar la parte trasera de la zapatilla e ir sembrando aquella inmundicia. Se dirigió a un parque cercano y con un palito limpió una por una las rayas de la suela de la zapatilla por donde se había introducido el pastel, lo envolvió en un pañuelo de bolsillo que a su vez metió en una bolsa de plástico y lo depositó en la basura. Volvió a la consulta, entró en el baño; con papel higiénico y jabón, volvió a limpiar la suela; guardó en otra bolsa de plástico aquel papel y volvió a salir a la calle para dejar el paquete bien envuelto y cerrado en un contenedor. También pidió perdón mentalmente a todas las personas que esperaban en la consulta y que había sido objeto de culpabilidad por su parte.
En ningún momento se acordó del perro, pobre perro, él no tenía culpa alguna, pero la persona que lo acompañaba, dio más señales de ser un animal, que el propio can; ¿o no?
Por supuesto, esta es una historia inventada o… posiblemente le haya sucedido a alguien, eso no lo podría decir, porque ya se sabe que la realidad supera a la ficción.
Todos hemos tenido, tenemos y tendremos que sortear cacas de perro por las aceras en incontables ocasiones, así que todos sabemos que la historia que he narrado puede ser real.
Lamiguería: Ser chucho hoy en día, tiene sus más y sus menos, y ser chucho de ciudad, puede que tenga incluso más menos que mases, por eso, siempre que veo a una persona recogiendo las heces de su mascota o limpiando los orines, me dan ganas de ir a darle las gracias. Pero dejar las aceras libres de cacas, es una obligada muestra cívica necesaria para la buena convivencia. O eso creo yo.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.