La música es el pan nuestro de cada día, es el ritmo nuestro de la rutina. Sin la música seríamos como árboles sin raíz, como tierra sin gusanos, como sangre que recorre una geografía de venas heridas de desaliento. Comemos migas de ese pan de la música cada día, diría casi cada minuto, porque todo es música, hasta el tecleo que estoy escuchando ahora mismo mientras escribo estas líneas. Es música el tictac del corazón que si altera su ritmo, nos altera a nosotros. Música es también el gorjeo de las aves al despertar, o la repetición de sílabas, del niño que aprende escuchándose. Música es el trajín constante de las pisadas en las aceras, cada una lleva una partitura diferente en sus zapatos. Música es el aleteo de las abejas libando néctar y es música el vaivén de las manos que amasan con sus caricias la compañía. Música es la revelación del amor hacia el otro, cuando la partitura de la existencia galopa desenfrenada. Música es el ronroneo del minino que nos agradece la dedicación. Música también, es el aullido que se precipita en nuestro interior, cuando las cosas se ponen feas. Música…, podríamos decir tanto de ella, podríamos decir que la necesitamos, que la traemos incorporada en el adeene, que sin ella, ni siquiera el silencio existiría.

¿A qué viene todo lo expuesto anteriormente? Se dio el caso de que el pasado sábado, en la sala Fundos de Veguellina de Órbigo, en la sexta edición de “Passionato. Música en el corazón del Órbigo”, tuvimos la ocasión de asistir a…, se podría decir una clase magistral de cómo se toca el piano, ejecutada por Fernando Pariente. Lo he dicho en otras ocasiones y lo voy a repetir, no sé música (yo me lo pierdo), pero escuchar a Fernando Pariente, es una de esas ocasiones en las que sin tener ni idea de corcheas, soles ni fas, te sumerges en un bienestar que te libera de los altercados y de las sinrazones que habitan el mundo.

Fernando Pariente nos explicó cada una de las piezas que realizó. En su repertorio no faltó Johan Sebastian Bach, que para él, dijo era el dios o uno de los dioses de la música. También nos deleitó con piezas de una mujer, que por ser mujer, ha estado ocultada en el almacén del machismo, no es otra que Cécile Chaminade, una mujer que compuso más de cuatrocientas obras y que por culpa de su género apenas ha tenido repercusión. Fernando Pariente interpretó a Enrique Granados y a Manuel de Falla, para terminar con Ernesto Nazareth. Fernando Pariente ha sido profesor y director, entre otros, del Conservatorio Profesional “Ángel Barja” muchos años, en donde dijo que había tenido muy buenos alumnos de Veguellina de Órbigo, algo tendrá el agua de este río, comentó sonriendo.

Lamiguería: Escuchar a Fernando Pariente, le hace a una trasladarse a un mundo distinto, donde no hay tiempo de guerras ni de desigualdades, un mundo donde el trabajo y la dedicación, ofrecen un pan exquisito elaborado con música, afecto y sacrificio. Una manera tan magistral de seducir a las teclas del piano, me imagino, que se debo al amor por la música y a una vida entregado a ella. Muchas gracias Fernando Pariente por alimentarnos con el pan de tu música una tarde muy especial en Veguellina de Órbigo.

          Manuela Bodas Puente –Veguellina de Órbigo