-Ahí te va la lista de la compra. Ahmad extendió la nota a su hermano mientras se colocaba la chaqueta para salir al trabajo.
Khaled tomó el papel y comenzó a leer sin fijarse demasiado. Se había levantado un poco espeso. Se dirigió al baño, tenía que despabilarse o llegaría tarde al colegio donde impartía enseñanza, mientras se peinaba, le vino a la mente algo que había en la lista de la compra y pasó por alto en un primer momento. Salió del aseo para releer de nuevo la nota. Efectivamente: Huevos, fréjoles, fresas…, y abajo, así, casi como dibujadas las letras sin apenas tocar el papel: “Tiene ca, de casa, también tiene una verdura que debes traer de la tienda, le falta una sílaba, a ver si la aciertas “. Allí estaba el juego de las “palabras cortadas”, sonrió, guardó la nota en el bolsillo del pantalón y salió de casa, resolvería el juego en el recreo, hoy no le tocaba patio.
Mientras bajaba las escaleras, Khaled pensó en la buena suerte que habían tenido. Nunca había visto a su madre con una lista de la compra. Se le ablandó el pecho, un pájaro batió sus alas dentro. Madre, padre, los recordó con lágrimas en los ojos. Al rememorar a su padre, sin querer se puso a mover las manos, sobre la pared, las sombras ofrecían un teatrillo muy tierno entre un ave y un perro. La historia del ave y el perro contada en sombras chinescas por su padre le fascinaba. Se fue la magia del momento con el ruido de la puerta del portal. Khaled bajó los peldaños que quedaban: -Buenos días, dijo. -Que así lo sean, contestó una voz preciosa. Se miraron. -Se te ha caído esto del bolsillo del pantalón. Dijo aquella voz mientras le daba la lista de la compra. -Muchas gracias. Volvieron a encontrarse y a bailar llenas de gracia las pupilas de ambos. Ya en la calle Khaled sonrió: pues no, en la lista no hay nada de una preciosa voz…, esto se le pasó por alto a Ahmad al elaborarla.
Mordida existencial: ¿Qué dónde quiero llegar con lo de la lista de la compra? Es una cosa casi matemática, si elaboro una lista de la compra, es porque pienso reponer los alimentos y demás cosas que faltan en casa. Ahora, basándome también en las matemáticas me pregunto: ¿Cuántos de los más de sesenta y cinco millones de refugiados, si es difícil de digerir, pero esa es la cifra que parece que se baraja, más de sesenta y cinco millones de refugiados, pueden permitirse hacer una lista de la compra? Como diría mi madre ni lista ni tonta de la compra.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.