En Tiedra- un pueblo de la meseta castellana- existe un Centro de Astronomía que nació como iniciativa privada para solaz de astrónomos, y que sin embargo ha conseguido ser, además, un foco de divulgación e interés por todo lo que tiene que ver con el estudio del universo. El Bing- Bang (Gran Explosión), en el principio y millones de estrellas, de planetas, de constelaciones viajando en el espacio a velocidades vertiginosas y difícilmente imaginables.
Las rápidas luces que veíamos en el Ágora, venían de muy lejos: de la estrella Eta en la constelación de Acuario y fueron creadas por el cometa Halley.
Todos los que tuvimos la suerte de estar allí esa noche: familias con niños pequeños o con abuelas, jóvenes provistos de sacos de dormir y buenos chubasqueros, adultos entregados a la ciencia, todos atentos, pendientes de las distintas constelaciones y del polvo brillante que conforma la lluvia de estrellas.
Y además luz azul e inmensos telescopios. Puntero laser que llega al cielo, señalando un punto rojo que nunca reconoceríamos como un astro.
Una noche mágica y muy fría en la que pudimos comprobar, de nuevo, lo pequeño que es nuestro planeta en la inmensidad del universo.
Gracias a los que han puesto en marcha esta iniciativa y nos llevan por el viaje interestelar con tanta sencillez como maestría, y preparan todo para que podamos ver las Eta-Acuáridas, iluminando mágicamente el cielo y dejara sin palabras a Mari Luz y a Lolo.
Y gracias también por permitir que mi madre disfrutara de lo que tanto le gusta: el universo y sus misterios.
Victorina Alonso