Khaled estaba un poco nervioso. Una compañera de trabajo, con problemas de espalda, le había comentado que desde que practicaba Kundalini Yoga, iba mejor, además estaba aprendiendo a respirar. Después de la presentaciones pertinentes, tomó sitio y se dispuso a dejarse llevar, o a intentarlo al menos. Teresa, la profesora, hizo incidencia en la postura, en estar cómodo y relajado. Dijo algo que gustó mucho a Khaled: Nada debe distraernos, hemos dejado los problemas fuera, con nuestros zapatos, fuera para que nada nos impida disfrutar de nuestro Ser. “El Kundalini Yoga, continuó, también llamado el yoga de la conciencia, te ayuda a mantener el cuerpo en forma y la mente entrenada para, poco a poco ir profundizando en tu Ser, tocar tu alma.
Cuando acabó la clase, de hora y media, le pareció que había desaparecido el tiempo. Su cuerpo estaba lleno de sensaciones aún por descubrir. Le había gustado mucho, eso era lo cierto. Lo que no sabía Khaled era que había abierto una puerta a la espiral infinita del conocimiento a su propio interior. En los últimos instantes de la meditación, en la que supuestamente los pensamientos deben resbalar por nuestra mente, aunque es muy difícil conseguirlo, por unos instantes, las manos de su padre, sostuvieron las suyas. La voz de la maestra sonó muy suave, la clase tocaba a su fin y Khaled sintió el calor de sus padres junto a él. Sus padres, pensó, muertos en uno de los bombardeos de su pueblo. Ahora su pueblo estaba en este país que lo había acogido. Por su columna, vértebra a vértebra, la energía que había liberado en la práctica, fue enviando a su corazón una dosis de miel existencial, a través de los buenos momentos vividos con sus amados padres. Sus padres le unían al resto del universo.
Mordida existencial: La mordida es para Teresa, profesora de Kundalini Yoga y para todos los compañeros que me aportan cada martes y jueves, una energía posible, positiva, reparadora, sanadora y muy enriquecedora. Ser y estar, es una difícil conjunción que no sabemos gestionar. Pararnos a buscarnos, sin carcasa, aparcando el ego a la puerta, dejándolo con nuestros zapatos, en el suelo, es mucho pedir, lo digo por propia experiencia, pero intentarlo ya es movernos un poco hacia el lado amable de la existencia. Como dice Teresa: “Mantener la cabeza por debajo del corazón”.
En buena hora me apunté a esta práctica. Agradezco la plácida y viva estancia en esta clase, junto a la bella energía de Teresa y la de mis compañeras y compañeros.
Que el eterno sol te ilumine. Sat Nam.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo