Hoy es un día grande y precioso para Romualdo. Su nieta vendrá a visitarle.
Romualdo espera impaciente en la sala que han habilitado en la residencia para recibir las visitas externas. Solo podrán estar ellos dos, sentados a dos metros de distancia y con mascarillas. Romualdo espera sentado con impaciencia.
– ¡Abuelo, que alegría! Estás un poco más delgado, pero mejor, así pareces más joven.
Remigio no puede contener las lágrimas, con los brazos le hace a su nieta el gesto de un abrazo, de dos, de tres, de tantos…
-Tranquilo abuelo, yo también estoy deseando achucharte y besarte, pero por ahora, las cosas tienes que ir despacio. Ambos tendremos que echar mano de los recuerdos. ¡Cómo me hacías rabiar de pequeña! Ya sabes, era un poco esquiva, y tú, venga a achucharme. Luego he sido yo la que te he achuchado tantas veces.
-Lo recuerdo, como no. En eso eres como tu padre, a él no le gustaba mucho el contacto de los demás. Sin embargo tu madre, no se me olvida cuando nos la presentó tu padre a la abuela y a mí. Sonriente, cariñosa, alegre… Luego… Remigio se tapa los ojos con las manos, y solloza muy compungido. Aquello, aquello si que fue una pandemia terrible. De no haber sido por ti…
La nieta, también solloza a dos metros. Recuerdan juntos, como tantas veces lo han hecho, aquel accidente mortal en el que la vida de sus padres y de su abuela, quedó segada en un segundo. Ellos dos juntos tuvieron que hacer frente a la tragedia. La nieta de Romualdo recompone su estampa y le dice al abuelo:
-Pero te tenía a ti, y juntos pudimos salir de aquel infierno de vacío y soledad.
Mordida existencial: Ya se puede ir a visitar a nuestros mayores a las residencias, guardando las medidas de higiene y seguridad.
No puedo ni quiero imaginarme qué se sentirá después de estos meses de confinamiento, tanto por parte del residente, como del familiar que ha estado privado del afecto de sus seres queridos.
Solo quiero pensar que esta manera de tener la muerte tan cerca, nos hará menos egoístas y más conscientes de lo poquito que somos. Ya va siendo hora de que nos demos cuenta, de que desde que nacemos, estamos muriendo, y ese hecho, nos debería hacer más pacientes e inteligentes. Más solidarios y más hermosos.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo