Desde la ventana de la habitación, del geriátrico donde residen, Rosa y Rosalina, la veían pasar cada día con su carro de la compra destartalado y roto, de donde colgaban dos bolsas de plástico y una manta raída y asustada.
-El caso es que ella siempre va bien peinada, y conduce sus miserias con dignidad. Comentó Rosa.
-Se me está ocurriendo… Contestó Rosalina mientras se sentaba en una de las sillas que había en la habitación. Creo que entre las dos podríamos poner una cantidad y traerla, para que viviera en la residencia, ahora hay alguna habitación libre.
Rosa miró a su compañera llena de afecto. Aquella mujer la sorprendía cada día. No solo tenía una belleza arrolladora en su anatomía, su verdadera hermosura residía en la empatía y en la humanidad que desprendían sus ojazos esmeralda.
-No me disgusta nada la idea, pero… ¿y si ella no quiere? ¿Si ha decidido vivir así?
-Bueno si fuera así, pues nada, pero al menos lo habremos intentado. Aunque no creo que se niegue, parece que tiene ya una edad…, diría que no es mucho más joven que nosotras, vamos que…
Rosa puso su índice en los labios de Rosalina y la miró con ternura. –No lo demoremos, vayamos a hablar con ella.
Mordida existencial: Todos hemos observado en nuestras comunidades, cómo aparecen y desaparecen algunas personas que llevan en una bolsa todo su patrimonio. Es cierto que se nos va el alma, o no, algunos hay que son algo desvergonzados y soeces incluso. Pero lo cierto es que la mayoría se han visto en el vacío en un golpe de mala suerte. Ahora con la pandemia, seguramente todos tengamos que pararnos a pensar, si no lo hemos hecho ya, que mañana podemos estar en ese lugar, cualquiera de los que hoy, creemos que eso a nosotros no nos sucederá. También tendemos a creer que son personas con poca preparación y con pocas luces para buscarse la vida, nada más lejos. Muy poco antes de la pandemia, vi a un sin techo, con su cartón en el suelo, sentado leyendo. -¿Te gusta leer? le pregunté mientras dejaba un emolumento en el cartón. –Si mucho. Recuerdo que hacía sol, pero el día estaba fresco, aunque seguramente su corazón se calentó al notarse algo más que una estatua. A mí, a mí también se me calentó la tarde.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo