14.000 años de domesticación no pasan en balde. Tras una larga relación con el hombre, los perros cuentan hoy con algunas habilidades cognitivas compartidas con los bebés humanos, más no con los lobos.
Sabes que tu perro entiende lo esencial cuando señalas y dices: “ve a buscar la pelota”, y con la lengua fuera y expresión de pura felicidad, corre directamente hacia ella. Esta habilidad para comprender las directrices o los gestos humanos puede resultar poco impresionante, sin embargo, por acostumbrados que estemos a observar comportamientos de esta índole en nuestros canes, se trata de una habilidad cognitiva compleja bastante inusual en el reino animal.
Sin ir más lejos, nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, no pueden hacerlo. Y el pariente más cercano de los perros, el lobo, tampoco. Se trata de una de las principales conclusiones de un nuevo estudio llevado a cabo por científicos de la universidad de Duke y que bajo el título Cooperative Communication with Humans Evolved to Emerge Early in Domestic Dogs, se publica esta semana en la revista Current Biology.
Perros y lobos
Después de compartir la vida con ellos durante más de 14.000 años, los Homo sapiens han provocado algo curioso en la mente de los perros. Y es que nuestros amigos caninos hacen gala de lo que se conoce como habilidades de “la teoría de la mente”, o lo que es lo mismo, habilidades cognitivas que les permiten inferir lo que los humanos están pensando o sintiendo en algunas situaciones.
Así, el estudio, una comparación de 44 cachorros de perro y 37 de lobo de entre 5 y 18 semanas de edad, respalda la idea de que la domesticación no solo cambió la apariencia de los perros, sino también sus mentes.
La investigación ha sido llevada a cabo en el Centro para las Ciencias de la Vida Silvestre de Minnesota, donde en primera instancia casi cuatro decenas de cachorros de lobo pasaron por primera vez por un examen genético para tener la certeza que estos no fueran híbridos entre lobos y sus parientes, los canes.
Los cachorros de lobo fueron criados con mucha interacción humana: fueron alimentados con las manos; durmieron en las camas de sus cuidadores cada noche y recibieron atención humana durante las casi 24 horas del día desde pocos días después de su nacimiento.
Por el contrario, los cachorros de perro estudiados, procedentes de la organización sin ánimo de lucro Canine Companions for Independence, pasaron el tiempo con su madre, sus compañeros de camada y mantuvieron un contacto humano mucho menos acusado.
Mentes caninas
Más tarde se puso a prueba el comportamiento de ambos grupos de cánidos. Por ejemplo, en un experimento, los investigadores escondieron una golosina en uno de dos tazones para luego dar a cada cachorro de perro o lobo una pista que le ayudara a encontrar la comida.
En algunos ensayos, los investigadores señalaron y miraron en la dirección en la que se ocultaba la comida. En otros, colocaron un pequeño bloque de madera al lado del lugar correcto, un gesto que los cachorros nunca habían visto antes, para mostrarles dónde estaba escondida la golosina.
Los resultados fueron sorprendentes. Incluso sin un entrenamiento específico, los cachorros de perro de tan solo ocho semanas de edad entendían a dónde ir. Así los perros obtuvieron el doble de probabilidades de hacerlo bien que los cachorros de lobo de la misma edad que habían pasado mucho más tiempo con personas.
Datos incontestables
Los datos se muestran incontestables: 17 de los 31 cachorros de perro fueron inequívocamente al cuenco correcto. En contraste, ninguno de los 26 cachorros de lobo criados por humanos lo hizo mejor que una suposición aleatoria.
“Aún más impresionante, muchos de los cachorros lo hicieron bien en su primera prueba. No necesitan entrenamiento en absoluto, simplemente lo entienden”, declara la estudiante de doctorado en el laboratorio de Brian Hare, en la universidad de Duke, Hannah Salomons, autora principal del artículo. “No se trata de qué especie es `más inteligente´” continúa.
“Los cachorros de perro y lobo demostraron ser igualmente hábiles en las pruebas de otras habilidades cognitivas como la memoria o el control de los impulsos motores. Pero únicamente en lo que respecta a las habilidades de `lectura de personas´ las diferencias se hicieron evidentes”, añade. “Hay muchas formas diferentes de ser inteligente”, prosigue Salomons. “Los animales desarrollan la cognición de una manera que los ayudará a tener éxito en cualquier entorno en el que vivan”.
Así, otras pruebas mostraron que los cachorros de perro también tenían 30 veces más probabilidades que los lobeznos de acercarse a un extraño. “Cuando entras en los recintos de los cachorros de perro con los que trabajamos, estos acercan a ti, quieren subirse encima tuya, mordisquearte o lamerte, mientras que la mayoría de los cachorros de lobo corren a la esquina y se esconden”, explica Salomons.
Los perros y la hipótesis de la domesticación
Según las palabras de la investigadora, otro comportamiento bastante descriptivo de las diferencias entre ambas especies radica en que cuando se les presentaba comida dentro de un recipiente sellado para hacerlo inaccesible, los cachorros de lobo generalmente intentaban resolver el problema por sí mismos, mientras que los cachorros de perro pasaban más tiempo buscando ayuda en las personas, mirándolos a los ojos como diciendo: “estoy atascado, ¿puedes ayudarme con esto?”,
Por su parte, el director de la investigación, Brian Hare, profesor de antropología evolutiva en la universidad de Duke y experto en cognición animal, explica que el estudio de Salomons ofrece algunas de las pruebas más sólidas hasta ahora de lo que se conoce como la “hipótesis de la domesticación”.
En algún momento entre hace 12.000 y 40.000 años, mucho antes de que los perros aprendieran a acercarse a las personas, lobos y perros compartieron un antepasado en común. Cómo esos depredadores tan temidos y odiados se transformaron en el mejor amigo del hombre sigue siendo un misterio.
Pero una teoría para explicarlo postula que cuando los humanos y los lobos se conocieron, solo los lobos más amigables habrían sido tolerados por los primeros, consiguiendo acercarse lo suficiente como para carroñear entre las sobras de los humanos en lugar de huir. Mientras que los lobos más tímidos y los más hoscos pudieron haber pasado hambre, aquellos más amigables sobrevivieron transmitiendo los genes que los hacían menos temerosos de los humanos y también menos agresivos.
La relación se extendió generación tras generación
La teoría defiende que esta especie de relación se extendió generación tras generación, hasta que por una suerte de selección -el que suscribe estas líneas no sabría decir si natural o artificial- los descendientes del lobo se convirtieron en maestros en medir las intenciones de las personas con las que interactuaban, descifrando sus gestos y señales sociales.
Al respecto, Hare plantea que “este estudio realmente evidencia de manera sólida que el genio social de los perros es producto de la domesticación. Esta es la habilidad que hace que los perros sean unos animales tan serviciales. Es algo para lo que realmente nacieron preparados”, añade.
“Al igual que los bebés humanos, los cachorros de perro interpretan intuitivamente que cuando una persona señala un objeto o lugar, está tratando de decirles algo, mientras que los cachorros de lobo no lo hacen. Creemos que esto es un indicador realmente importante de la cognición social por la que un perro entiende que con las señales están tratando de ayudarle”, explica el investigador.
“Definitivamente, los perros nacen con esta capacidad innata de comprender que nos estamos tratando de comunicar con ellos y cooperar”, sentencia Salomons por su parte.
Fuente: Héctor Rodríguez / National Geographic, Ambientum
Artículo de referencia: https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/perros-y-lobos-dos-canidos-cerebros-muy-diferentes_17106,