Pelo negro color de noche sin luna. Pelo blanco moteando su piel. Blanco y negro en un dibujo perfecto de armonía. Lomo negro, vientre blanco. Hocico blanco y blancos sus calcetines, con un penacho de este mismo color encima de su cabeza. Dibujo perfecto de pura raza.
Ágil, rápido en reaccionar, anticipa a sus “enemigos”, busca las vueltas y las revueltas, cuando tu estás yendo él ya está de vuelta.
Corre hacia ti nada más verte, buscando una caricia. Se sienta a tu lado, aprieta su cabeza contra tu pierna y no descansa hasta que “estás con él”. Solamente un ladrido o una sombra que se mueva fuera de la casa hará que se lance en una carrera sin fin en busca del intruso.
Es el cuidador de la manada. Y busca su reconocimiento. Domina la situación, alerta de peligros, explora, avisa a su compañera y corre a refugiarse a tu lado esperando mimos que se ha ganado.
Incansable, inteligente donde los haya, hábil para escoger vericuetos y celoso de su territorio.
Y después… Te mira suplicante, te llama con sus patas, te insta con su hocico, se sienta encima de tus piés. Quiere estar contigo, siempre quiere estar contigo.
Siempre estaría jugando y, cuando los demás ya están cansados, él salta todavía, te acaricia con su morro, busca tus manos, clava en ti su mirada. Al final, agotado, se tumba delante de ti y saca su larga lengua buscando el aire fresco de la tarde.
Cuentan que un día un niño dijo que no quería un border collie. La razón que daba era que no deseaba que su perro fuera más listo que él.
Guau, dijo el perro, cuando se enteró.
Angel Lorenzana Alonso