Santa Catalina de Somoza es un pequeño pueblo, pedanía de Astorga, a unos ocho kilómetros de la ciudad. Sus habitantes se multiplican en verano. Muchos son hijos o nietos, o descendientes directos o indirectos, de los viejos arrieros maragatos que llevaban el pescado desde Galicia hasta Madrid. Pero siguen con sus bailes tradicionales, con sus castañuelas, sus canciones y sus bolos.
No es de extrañar que alguno siga recordando a su tierra y haya convertido la casa de su padre, el que fue presidente del pueblo, en un museo de la pescadería.
Francisco González ha creado el Museo “Mil escamas, mil historias” y ha convertido el patio de la vieja casa en un auténtico “corral de comedias”. Un patio que, este verano, se ha llenado de poesía, de música, de baile. Músicos, poetas, escritores, intérpretes, tamborileros y bailadores han ido desfilando y haciendo las delicias de un público, del pueblo y de más allá, que, entregado y participante, ha aplaudido y ha disfrutado del buen hacer de los artistas.
Trras una especie de prólogo el verano pasado, este año se comenzó bien pronto la función:
El día de Sábado Santo, la música de John Fellingham acompañaba a la poetisa Nuria Antón en el programa “Mujer, Poesia y Música”.
Y ya en el verano, los poetas baleares Felicidad González y Germán Terrón, junto a la cantautora Esther Lanzón, la poesía de Nuria Antón, los relatos de Angel Lorenzana y los versos de Rosaura Casares. El rock del grupo Tronks revivió a CCR, Rollings, Beatles y la música de siempre. Y este sábado, Luis Alfonso, colombiano, hizo bailar a todo el pueblo con su música latina.
Para el próximo miércoles 24 nos espera la poesía de Leticia González y el piano de Jesús Fernández. Y seguiremos.
El pueblo ha vuelto a revivir, a bullir con actividades que son de su agrado, a reunirse y verse, y comentar como en los viejos tiempos. Ha vuelto a sentirse ilusionado, a oir sus viejas campanas, a bailar al son de las castañuelas y a juntarse y revivir los antiguos filandones. Que siga la fiesta.
L7D/Aloren