-A media tarde es la mejor hora para recoger las migas. Mira ¿ves?, ahora hay menos gente sentada en la terraza, es cuando el camarero se toma un pequeño tentempié, es el momento sígueme y estate siempre alerta por si hay que salir disparado. Yo me pondré debajo de una fila de mesas y tu en la de al lado, así vamos a la par.
Niñogrande y Niñopequeño gateaban sin tregua bajo las mesas de la terraza aplicándose en recoger todas las sobras de comida que habían caído al suelo, también, sin salir de su escondrijo de debajo de la mesa, cuando habían visto que en una había restos de comida en algún plato, lo cogían a velocidad supersónica.
En menos de un suspiro, tenían barrida la terraza. Niñogrande guiñó a Niñopequeño y ambos salieron con sigilo de debajo de las mesas.
– No se ha dado nada mal, dijo Niñogrande observando el contenido de las bolsas en las que habían recogido los restos de comida.
– Eres bueno chaval, dijo Niñogrande, acariciando la coronilla del pequeño. Eres ágil y silencioso. ¡Quedas contratado! Y sellaron con un apretón de manos aquella fusión mercantil. Bueno, como hemos quedado, tú llevas un tercio de lo que hemos cogido y el resto es para mí. ¿Te parece?
– Me parezca o no, va a ser que sí, no tengo más remedio. ¿Verdad?
– Entonces hasta mañana. – Hasta mañana.
Niñogrande se fue directo a vender aquellos suculentos manjares a varias casas de la zona más pobre de la ciudad. Conocía a varios enfermos a los que venderles o cambiarles por alguna cosa unos pocos restos de aquellos alimentos, después de comerse su propia ración. (¿Ración? Bueno por llamarlo de alguna manera)
Niñopequeño se lanzó en picado calle abajo hasta llegar a su casa. Su hermana seguía viva. Él sabía que con aquel puñado de migas no iba a hacer mucho, pero al menos la vio sonreír con aquellos ojazos de princesa.
Lamiguería: Ojalá esta historia solo fuese un pulso de letras, una ficción en una sociedad más solidaria. Ojalá tuviéramos un botón para apagar el ego, para desmitificar al humano. Ojalá nos sintiésemos más hijos de Tierra y menos adictos al plástico. Pero los ojalases no sirven si no hay comida en la mesa.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo