Leyó Antonio Orihuela / y se llenaron los árboles de panes. / Sus versos se me espetaron a los costados, / y estoy segura de que ni con cien mil lluvias, / se van a ir, ni siquiera, / las raspas de sus palabras. / Leyó Antonio Orihuela / y la hierba se llenó de huellas buenas. / Sus versos se me grabaron / en las rugosidades grises del cerebro, / y también, como no, / en las cuatro cavidades del corazón. / Leía, Leyó Antonio Orihuela / y en el río desapareció la contaminación. / Sus versos se me agarraron a la garganta, / pero no para ahogarme, no, / sino para dejarme notas de humanidad / en las cuerdas flojas de la rutina. / ¡Shhhhh!, no rechistéis aves, / que está leyendo Antonio Orihuela, / escuchad. Y de escucharle se volvieron más humanas / ¿Para cuándo los humanos seremos más aves? / Pero no aves de granja intensiva, / sino aves como las palabras de Antonio Orihuela, / que vuelan libres /por los aires, por las aguas, por las venas. / Leía, leyó Antonio Orihuela / y me brotaron en las manos, / huellas buenas, / igualitas que las de la hierba, / y volé entre los panes de los árboles , / comiéndome las migas de las palabras, / mientras leía, leyó Antonio Orihuela.
No existiría esta décimosexta edición de no ser por Tomás Néstor Martínez Álvarez, el flamante veguellinense, XI Premio Internacional “Gerardo Diego” de Investigación Literaria 2011. Tomás Néstor ha sido el creador y sostenedor de este templo de palabras que es “Poesía a orillas del Órbigo”. Un templo que se ha erigido con la aportación de los arquitectos de palabras que cada último viernes de julio, desde hace dieciséis, vienen poniendo sus útiles más preciados, sus palabras, en el cimiento natural que es el paraje a orillas del río que da apellido al pueblo. No se puede olvidar la gran labor de nuestra bibliotecaria Helena García Fraile, encargada de elaborar los cuadernillos elaborados con poemas de cada uno de las/los poetas que nos visitan, para repartirlos al final del acto y poder ser dedicados por el propio autor.
Lamiguería: Antonio Orihuela, abrió la décimo sexta edición de Poesía a orillas del Órbigo. Llegó, puso sobre la mesa una hogaza de palabras preciosas, y nos dio de merendar las mejores migas del mundo. Las migas que fuimos digiriendo mientras nos hidratábamos con su voz, obraron una especie de hermoso conjuro que nos dejó el alma como una rosa. De las migas con las que cada uno nos íbamos deleitando, se volvió a formar la hogaza que Antonio Orihuela había puesto al principio sobre la mesa, porque todos somos migas de un todo que se revierte en nosotros mismos, cuantas más migas seamos, más revertiremos en la hogaza común y a su vez, al hacerse más grande la hogaza, más migas nos podremos llevar al alma.
Ojalá en Gaza, en Ucrania y todos los países que carecen de hogazas porque las bombas han destrozado las tahonas, pudieran repartirse palabras y versos de Antonio Orihuela, las bombas se convertirían en migas que llevarse al corazón.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.