Se dirigió al trabajo como siempre por la acera. Enfrente venían tres personas en hilera que la ocupaban entera, se iban acercando, ella sujetando las ganas de decirles a los transeúntes que venían enfrente: “oigan, que yo también tengo derecho a pasar”. Pero ellos venían muy sonrientes hablando entre ellos sin enterarse de que la acera es para todos. —Pues nada, que me tengo que bajar a la carretera para no tener una discusión. Más adelante, el paso lo interrumpía la terraza de un bar, eso era más grave, toda la acera ocupada y también una parte de la carretera, o sea que para seguir en su trayectoria, tenía que avanzar justo por el medio de la carretera. La verdad, se dijo, que esto no muy justo, entiendo que los negocios tengan que prosperar, pero no a costa de quitarle derechos al otro. Siguió su camino cada vez más cabreada, para rematar, cerca del lugar del trabajo, dos automóviles estaban aparcados encima de la acera, de modo que tuvo que salir otra vez a la carretera para seguir adelante. Vamos que para llegar a donde se ganaba el pan, le había costado la torta un pan.

Estas palabras, que no son ficticias, quieren ser unas migas, para preparar un pan de consideración con todos los transeúntes o caminantes que se ven obligados a salvar las barreras arquitectónicas que van poniendo otras personas sin el elemental sentido común. Y es que en cualquier pueblo o ciudad al que te acerques, tendrás que circular por la carretera, de paseos por las aceras nada, hay que caminar, o más bien hacer marcha deprisa y con el nerviosismo de que no venga un vehículo y te atropelle. Las terrazas no pueden invadir las aceras, los vehículos no pueden aparcar encima de las aceras, el peatón no debe circular por la carretera, vamos que estamos en un mundo al revés. Precisamente cuando más se estudian las barreras arquitectónicas y la calidad del aire, la ciudadanía tendríamos que ser más conscientes de intentar movernos sin restringir los movimientos del otro. También los ayuntamientos por sus partes, podrían colaborar con normas al respecto. Los pueblos y las ciudades deberían ser peatonales, salvando el transporte público, que es el que deberíamos usar, o el transporte de San Fernando, un trocito a pie y otro caminando, si bien este último habrá que practicarlo cuando las aceras vuelvan a ser de los peatones.

Lamiguería: La vida es preciosa, solo el mero hecho de levantarse una por la mañana y seguir sintiendo-te, ya es todo un triunfo, aunque cuando salgas a la calle no puedas circular por las aceras. Mucho peor lo tienen en Gaza, que ya ni quedarán aceras, ni ilusiones ni esperanzas.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.