Dicen que estaba escrita en esmeralda o cristal o roca verde. Así se la imaginó en el siglo XVII el físico, alquimista y filósofo hermético alemán Heinrich Khunrath.
I. Esta es la verdad, lejana de cualquier velo de falsedad.
No debe haber muchas mejores maneras de empezar un texto en el que se pretende revelar, entre otras cosas, cómo se creó el mundo.
Es el primer precepto de los 13 que componen la Tabla de Esmeralda, una guía reveladora envuelta en misterio.
Pero quizás esas no sean las palabras exactas. Aunque el sentido es el mismo, hay varias versiones de esta primera línea y del resto del texto.
Y es que proviene de un documento que no sabemos dónde está, escrito con un alfabeto desconocido pero parecido a la antigua escritura fenicia y que -depende de cuál fuente consultes- data de hace unos 1.200 años o unos 36.000.
Lo que sí sabemos es que el contenido de lo que se conoce como la Tabla de Esmeralda no sólo ha sobrevivido el paso del tiempo de cuando sea que fue escrito sino que además ha dejado su marca en varias esferas del conocimiento y en personalidades de la talla de Isaac Newton.
II. Lo que está abajo es similar a lo que está arriba. A través de esto, las maravillas de la obra del Uno se procuran y perfeccionan
Ésta es una de las razones de su gran relevancia.
La frase «como arriba es abajo» fue y sigue siendo considerada por muchos como la clave para todos los misterios.
Es la máxima que guía a los fieles a la tradición filosófica y religiosa Hermetismo.
Según ella, lo que suceda en cualquier nivel de la realidad, ya sea física, emocional o mental, ocurre también en todos los otros niveles.
A menudo se interpreta como la relación entre el macrocosmo -el Universo- y el microcosmo -el ser humano-: dentro de cada uno está el otro, de manera que si entiendes uno, puedes llegar a entender el otro.
Por otro lado, esas cuatro palabras capturan la esencia de la alquimia: el cielo es un espejo de la Tierra y todas las cosas se corresponden entre ellas.
La alquimia fue adoptada por figuras intelectualmente extraordinarias, desde Robert Boyle, el padre de la química, a Isaac Newton.
III. Además, como todas las cosas fueron creadas por el Uno, así todas las cosas fueron creadas a imagen del Uno.
Como las tradiciones abrahámicas Judaísmo, Cristianismo e Islam, llama a creer en un sólo dios.
Quienes creen que la Tabla de Esmeralda precedió el Antiguo Testamento, argumentan que la raíz de los preceptos de esas tres religiones está en los principios del Hermetismo revelados en el famoso texto.
A menudo es difícil fijar la fecha exacta del nacimiento de una fe, por lo que también es difícil separar cuál creó un concepto y cuál concordó y lo integró a su propia religión.
Algunas versiones de la historia relacionan a Abraham con el autor de la Tabla de Esmeralda y dicen que fueron contemporáneos, pero de lo único que podemos estar seguros es de que esta es una de las posibilidades que se barajan.
Sin embargo, no cabe duda que efectivamente el Judaísmo -y por ende el Cristianismo y el Islam- comparten esta creencia que les es fundamental.
IV.Su padre es el Sol y su madre la Luna. El viento lo llevó en su vientre. Su nodriza es la Tierra, la madre de toda perfección»
V.Es el padre de la perfección en el mundo entero.
VI. Su poder es fuerte si se transforma en Tierra.
VII.Separa la tierra del fuego, lo sutil de lo burdo, pero sé prudente, modesto y sabio cuando lo hagas.
VIII.Eso sube de la Tierra al Cielo, y, luego, nuevamente desciende a la Tierra y combina los poderes de lo que está arriba y lo que está abajo. Así ganarás gloria en el mundo entero, pues y la oscuridad ahuyentarás todas las sombras y la ceguera.
IX.Por su fortaleza arrebata la gloria de toda otra fortaleza y poder. Porque es capaz de penetrar y dominar todo lo sutil y todo lo crudo y duro.
X.De esta manera el mundo fue creado.
XI.Éste es el origen de sus maravillosos prodigios y admirables efectos.
XII. Por esto soy llamado Hermes Trismegisto, porque poseo las tres partes de la sabiduría y filosofía de todo el Universo
Poco antes del fin, un nombre, Hermes Trismegisto, a quien se le atribuye la autoría de la Tabla de Esmeralda.
El problema es que, al parecer, Hermes Trismegisto es una legendaria combinación del dios griego Hermes y el egipcio Dyehuthy (en antiguo egipcio) o Tor (en griego).
Mítico o no, es el supuesto autor de varias obras alquímicas, ocultistas y teológicas helenas, entre ellas ésta… y por qué no, si plantó su firma en piedra verde.
Su nombre significa Hermes el tres veces grande pues, según concluyó el italiano Marsilio Ficino, uno de los más grandes filósofos humanistas de los principios del Renacimiento, el presunto autor de la Tabla era el mejor filósofo, el mejor sacerdote y el mejor rey.
Sin embargo, él mismo dice que se debe a que posee tres partes de la sabiduría: alquimia, astrología y teúrgia.
En cualquier caso, como tanto en esta historia, muchos dudan de que el autor de la críptica lista sea este fabuloso personaje.
Entre las muchas teorías, está la de que la Tabla de Esmeralda es parte de una obra llamada «El libro del secreto de la creación», que existe en manuscritos en árabe y latín, y que el alquimista musulmán ar-Rāzī pensaba que había sido escrito durante el reino del califa al-Maʾmūn (813-833).
También ha sido atribuida al místico pagano del siglo I Apolonio de Tiana.
Algunos místicos judíos piensan que la escribió Seth, un hijo de Adán, que Noé las subió al arca y, cuando terminó el diluvio, las escondió en una cueva cerca de Hebrón.
En otra versión, un hijo de Abraham llamado Hermes se las dio a su hermana Miriam, quien las puso en El arca de la Alianza, donde permanecen hasta hoy en día.
XIII. Lo que tenía que decir ha concluido
Contundente de principio a fin.
Sea quien fuera que escribió los 13 preceptos, obviamente quería responder algunas de las preguntas más fundamentales que nos hemos hecho desde la noche de los tiempos.
Y aunque para muchos lo logró, también dejó un legado repleto de signos de interrogación.
Lo cierto es que muy pocos -y hasta de pronto nadie- han visto la Tabla de Esmeralda y si la vieron fue hace mucho, mucho tiempo.
Eso no ha impedido que haya sido traducida, interpretada y reinterpretada.
Una de sus primeras apariciones en escena fue entre 500-799 d.C., escrita en árabe por Balinas.
Lo que pasa es que, una vez más, no está muy claro quién era Balinas, quien además cuenta que las encontró en las manos de un anciano que estaba sentado en un trono de oro en una bóveda bajo una estatua de Hermes en Turquía.
Pero personalidades que sí reconocemos como el físico y matemático Sir Isaac Newton o el destacado teólogo, geógrafo, filósofo y químico Doctor de la Iglesia San Alberto Magno O.P. tradujeron la Tabla (¿sin haberla visto?) y la integraron a su cuerpo de trabajo.
Hasta el fundador de la psicología analítica Carl Gustav Jung identificó la Tabla de Esmeralda con una mesa hecha de piedra verde que vio en una serie de sueños y visiones. Las ideas de su texto coinciden con la enantiodromia, característico del principio de individuación jungiana.
Ningún árbol, suele decirse, crece hasta el cielo sin que sus raíces alcancen el infierno», decía Carl Jung.
No sólo eso.
El significado del texto de la Tabla de Esmeralda ha sido vinculado con la creación de la piedra filosofal y la Opus Magnum o gran obra de la alquimia; la experimentación en laboratorio; a los sistemas de elementos clásicos y de la antigüedad, entre otras cosas.
Eso es lo encantador de esta historia.
Se trata de una lista de pensamientos de autor desconocido cuyo origen puede ser chino o indio o griego o persa o varias otras más y que puede datar de hace relativamente poco hasta de los tiempos en los que los dioses todavía se comunicaban con los humanos (efectivamente, no nos cupieron todas las teorías aquí).
No obstante, ha viajado por el tiempo y el espacio compenetrándose con distintas culturas, ciencias y creencias.
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